Después, se quejó y dejó caer el pie al suelo.
—¿Qué pasa?
—Ni siquiera soy capaz de hacer una postura decente —se retiró una horquilla del moño y el cabello le cayó sobre los hombros.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Unas horas —Paula se agarró a la barra sin mirarlo. Ella sabía que había regresado a la casa, sin embargo, se había quedado en el granero como una cobarde—. ¿Todavía tienes abierta la puerta?
Al ver que él permanecía en silencio, lo miró. Pedro entornó los ojos. Era evidente que Paula no se refería a la puerta del granero. Se acercó a ella y le preguntó:
—¿Por qué?
—¿Tiene que haber un motivo?
—¿Para tí? Sí.
—He llamado a una de mis amigas de la compañía. A Isabella. Ella sabe todo lo de mi rodilla.
—¿Y qué le has dicho?
Paula lo miró.
—Vas a regresar a pesar de todo.
—Si no allí, a otro sitio —después de lo que Isabella le había dicho, sería a otro sitio. Porque no había manera de que regresara a NEBT—. ¿Estás interesado o no?
—¿Qué ha pasado?
—Nada —se humedeció los labios y se acercó a él.
Pedro se puso tenso, pero permaneció en el sitio incluso cuando ella
apoyó las manos sobre su pecho.
—Paula, cuéntame —le dijo, sujetándola por las muñecas.
—Está bien. ¿Te acuerdas de Natalia, la bailarina con la que Marcos me sustituyó? Está embarazada. Y, según Isabella, Marcos ya se lo ha contado a todo el mundo.
—Si está embarazada, no podrá bailar durante mucho tiempo.
—Sí, pero eso no significa que yo pueda recuperar mi puesto —se separó de él—. Cuando Natalia ocupó mi lugar en la compañía, todo el mundo pensó que yo estaba celosa, pero no lo estaba. Enfadada sí, pero celosa no. Hasta ahora.
—Porque va a tener un bebé con Lars.
—Cielos, no —negó con la cabeza—. Porque va a tener un bebé, sin más. Apenas tiene veinticinco años y ha elegido el camino que yo no elegí.
—¡Si deseas tanto tener un bebé, tenlo!
Pero ella no sólo quería un bebé. Quería una familia. Y la quería con Pedro.
—¿Madre soltera por elección? —negó con la cabeza—. Curiosamente, creo que soy más anticuada que todo eso. El marido de Andrés estuvo a su lado durante las doce horas que le costó traer al mundo a la pequeña Sofia. Eso es lo que yo quiero —se quitó una de las zapatillas y comenzó a deshacer el lazo de la otra.
Pero Pedro se arrodilló a su lado.
—¿De veras saliste en un documental? —le sujetó el tobillo para buscar el nudo.
—Supongo que Abril te ha contado que lo ha visto.
— Mmm —encontró el nudo y lo soltó—. Estaba fascinada.
—Fue en un programa en el que solía trabajar Celina. Un cámara me siguió durante algunas semanas. Me acompañaban a los ensayos y esas cosas.
—Me gustaría verlo algún día —dijo él, y se puso en pie.
—Hay una copia en casa. Podría buscártela —se movió para buscar las sandalias que había llevado puestas hasta el granero, pero él se colocó delante.
—¿Has cambiado de opinión acerca de entrar por esa puerta?
Ella lo miró con el corazón acelerado.
—¿Y tú?
Él negó con la cabeza, despacio, y la sujetó por los hombros.
—Sólo quiero saber por qué.
—No es porque quiera tener un hijo ahora mismo. Me estoy tomando la píldora, si eso te preocupa —al ver que la miraba fijamente, añadió—: ¡Está bien! A lo mejor tengo que seguir adelante con mi vida. O quizá he tenido un día miserable y necesito algo agradable.
—Creo que podría ser más que agradable.
—No tienes que preocuparte. No espero nada — dijo ella, mientras él le acariciaba el cuello.
—Ah, Paula. Deberías esperarlo todo. Te lo mereces. Y si yo pudiera…
Ella le cubrió la boca con la mano. No podía soportar oír el resto. Sabía que no la amaba. Pero eso no significaba que fuera un buen hombre. Un buen hombre que la deseaba. Y por aquella noche, sería bastante.
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