Le dió un beso en el cabello a Paula.
—Cariño, sabes que voy a tener que llamar a las autoridades, ¿Verdad?
Ella guardó silencio durante largos segundos. Luego giró la cabeza y pedrosupo que su corazón estaba á punto de romperse.
—Pedro, siento tanto haber dudado de tí. Pensé... pensé que entre papá y tú solo era un choque de dos personalidades fuertes. No ví lo que estaba pasando... cuánto te despreciaba.
—Representaba una amenaza para él.
—Es lo que él mismo dijo. ¿Podrás perdonarme algún día?
Sintió los primeros rayos de esperanza. Pero antes de poder contestarle, la cara de ella se desencajó y se llevó la mano al costado.
—Pedro.
El dolor. Ella se dobló sobre su regazo. Metió la mano en el bolsillo y sacó el móvil.
—¿Leonardo? ¿Samuel se ha ido a casa? —escuchó—. Necesito que traigas el Lincoln a la entrada. Vamos al hospital.
Paula giró la cabeza sobre la almohada cuando Pedro entró. Nunca lo había visto tan pálido.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó él con suavidad.
—Mucho mejor ahora que sé que el dolor agudo en mis costados se debía a un ligamento en vez de a algo más grave. Y el bebé también está bien.
—Pero necesitas descansar. Tu tensión arterial es más alta que lo que debería, por eso te ingresaron. Aunque el equipo médico me ha informado de que ya ha empezado a mejorar —acercó una silla, se dejó caer a su lado y se cubrió la cara con las manos.
Paula le tocó la mejilla y de inmediato la tensión de sus facciones se suavizó. Eso hizo que ella pensara en lo que más le exacerbaba la tensión en ese momento.
—¿Sabes algo de mi padre? —preguntó con cierta vacilación.
—Paula... —apoyó la mano sobre la de ella—. El FBI va a arrestarlo —ella cerró los ojos. Cuando los abrió, él la miraba con intensidad—. Voy a estar a tu lado... pase lo que pase. No lo olvides.
Lo que decía Pedro tenía sentido. Sus prioridades eran el bebé y su marido. Su padre había tomado unas decisiones con cuyas consecuencias tendría que cargar por el daño que le había hecho a Pedro.
—Siempre estaré agradecida por la fortaleza que tuviste para volver a casa conmigo.
—Hay que agradecérselo al amor —indicó él.
Paula se quedó boquiabierta.
—¿A-amor? —tartamudeó.
—¡Oh, Pau! —no pudo contener una risita—. Quizá no se me den bien las palabras, pero ya te he dicho que siempre has sido únicamente tú. ¿Qué más necesitas que te diga?
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