martes, 20 de febrero de 2018

Eres Mía: Capítulo 41

Le dió un beso en el cabello a Paula.

—Cariño, sabes que voy a tener que llamar a las autoridades, ¿Verdad?

Ella guardó silencio durante largos segundos. Luego giró la cabeza y pedrosupo que su corazón estaba á punto de romperse.

—Pedro, siento tanto haber dudado  de  tí.  Pensé...  pensé  que  entre  papá  y  tú  solo  era un choque de dos personalidades fuertes. No ví lo que estaba pasando... cuánto te despreciaba.

—Representaba una amenaza para él.

—Es lo que él mismo dijo. ¿Podrás perdonarme algún día?

Sintió los primeros rayos de esperanza. Pero antes de poder contestarle, la cara de ella se desencajó y se llevó la mano al costado.

—Pedro.

El dolor. Ella se dobló sobre su regazo. Metió la mano en el bolsillo y sacó el móvil.

—¿Leonardo? ¿Samuel se ha ido a casa? —escuchó—. Necesito que traigas el Lincoln a la entrada. Vamos al hospital.

Paula giró la cabeza sobre la almohada cuando Pedro entró. Nunca lo había visto tan pálido.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó él con suavidad.

—Mucho  mejor  ahora  que  sé  que  el  dolor agudo  en  mis  costados  se  debía  a  un  ligamento en vez de a algo más grave. Y el bebé también está bien.

—Pero necesitas descansar. Tu tensión arterial es más alta que lo que debería, por eso te ingresaron. Aunque el equipo médico me ha informado de que ya ha empezado a mejorar —acercó una silla, se dejó caer a su lado y se cubrió la cara con las manos.

Paula le tocó la mejilla y de inmediato la tensión de sus facciones se suavizó. Eso hizo que ella pensara en lo que más le exacerbaba la tensión en ese momento.

—¿Sabes algo de mi padre? —preguntó con cierta vacilación.

—Paula... —apoyó  la  mano sobre  la  de  ella—.  El  FBI  va a  arrestarlo  —ella  cerró  los  ojos.  Cuando  los  abrió,  él  la  miraba  con  intensidad—.  Voy  a  estar a  tu lado...  pase  lo  que pase. No lo olvides.

Lo  que  decía  Pedro tenía  sentido.  Sus  prioridades  eran  el bebé  y  su  marido.  Su  padre  había tomado  unas  decisiones  con  cuyas  consecuencias  tendría  que  cargar  por  el daño que le había hecho a Pedro.

—Siempre estaré agradecida por  la  fortaleza  que  tuviste  para  volver  a casa conmigo.

—Hay que agradecérselo al amor —indicó él.

Paula se quedó boquiabierta.

—¿A-amor? —tartamudeó.

—¡Oh, Pau! —no pudo contener una risita—. Quizá no se me den bien las palabras, pero ya  te he dicho  que  siempre  has  sido  únicamente  tú.  ¿Qué  más necesitas que te diga?

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