jueves, 8 de febrero de 2018

Eres Mía: Capítulo 31

—¡No! —empezó a quitárselo, pero Fernando le cubrió la mano con la suya.

Su mirada era solemne.

—Te compré ese anillo hace semanas... antes de que apareciera tu marido. Quiero que  te  divorcies  de  Pedro.  Quiero  casarme  contigo.  Pau,  te  amo...  siempre  te  he  amado.

Lo  miró  consternada.  Con  disimulo  ella  observó  alrededor  para  comprobar  si  alguien  los  había  oído,  pero  por  suerte  nadie  prestaba  atención  a  la  mesa  que  ocupaban en el rincón.

—Nunca lo imaginé —le dijo.

¿Cómo había estado tan ciega?

—Soñaba con que algún día me mirarías y sabrías que era el único hombre para tí. 

—Oh, Fernando...Qué  insensible  había  sido.

 Todos  esos  años  en  que  lo  había  tratado  como  a  un  hermano, un amigo. Cuánto debía de haber sufrido. Se había enamorado de Pedro... y había  dejado  a  Fernando para  que  le  comunicara  a  su  padre  su  boda  en  Las  Vegas.  Cerró los ojos y respiró hondo. Luego le había dicho a Pedro que iba a casarse con Fernando....Por primera vez, sintió desagrado hacia sí misma. Abrió los ojos y tomó las manos de Fernando.

—Lo siento tanto. Debes considerarme muy egoísta.

—¿Tú no me amas?

Paula movió la cabeza despacio.

—No  del  modo  en  que  mereces  ser  amado.  Ojalá  fuera  distinto  —le  apretó  los  dedos con suavidad antes de soltárselos y quitarse el anillo—. No puedo llevarlo.

La sonrisa valiente que le ofreció Fernando casi le partió el corazón.

—Lo que tenemos podría ser muy bueno... Te conozco de toda la vida.

—Fernando...

—No  te  precipites,  Pau—sus  ojos  revelaron  el  primer  indicio de  la  irritación  que  sentía.  Pero  desapareció  tan  pronto  que  pareció  imaginario—.  Si  estás esperando  a  Pedro, cometes un error.

Paula se dijo que Fernando sufría, que era lógico que atacara a Pedro.

—Él es el padre de mi hijo —repuso al final.

—Es un canalla frío y peligroso.

Por su mente  pasaron  imágenes  del  fin  de semana.  La  gentileza de  Pedro...  su  alegría... sus lágrimas.

—Piensa en todo lo que podríamos compartir. Tu padre estaría encantado... y el mío bailaría en su tumba. La fusión de dos dinastías.

—¿Dinastías? —el  término  ampuloso  la  alertó—.  ¿Es  por dinero?  Por  favor,  dime  que el rumor de tus problemas financieros no es cierto.

—¿Quién te ha hablado de ello?

Al verle la cara supo que Pedro tenía razón.

—¿Por qué no me lo contaste? Podría haberte ayudado con un préstamo para salir de apuros.

—Oh, Paula—sonrió con pesar—solo habría sido la punta del iceberg.

—Le podría haber pedido a mi padre que te respaldara.

—Tu  padre está al  corriente.  Si te casaras  conmigo...  —miró  su  vientre,  que  ya  empezaba  a  manifestarse—  y  criáramos  juntos a  tu  hijo,  estaba  dispuesto  a  saldar  todas mis deudas.

—¿Mi padre te dijo eso?

—Tu padre me aprecia... siempre ha querido que nos casáramos.

La  afirmación sonaba a  cierta.  Pero ofrecerse  a  pagar  las  deudas  de  Fernando para  casarse con ella... Se sintió traicionada. Abrió el bolso y sacó un billete de cincuenta dólares que dejó en la mesa para cubrir lo consumido, luego se puso de pie. Cuando Fernando amagó con hablar, ella movió la cabeza y dijo:

—Adiós, Fernando.

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