—¡No! —empezó a quitárselo, pero Fernando le cubrió la mano con la suya.
Su mirada era solemne.
—Te compré ese anillo hace semanas... antes de que apareciera tu marido. Quiero que te divorcies de Pedro. Quiero casarme contigo. Pau, te amo... siempre te he amado.
Lo miró consternada. Con disimulo ella observó alrededor para comprobar si alguien los había oído, pero por suerte nadie prestaba atención a la mesa que ocupaban en el rincón.
—Nunca lo imaginé —le dijo.
¿Cómo había estado tan ciega?
—Soñaba con que algún día me mirarías y sabrías que era el único hombre para tí.
—Oh, Fernando...Qué insensible había sido.
Todos esos años en que lo había tratado como a un hermano, un amigo. Cuánto debía de haber sufrido. Se había enamorado de Pedro... y había dejado a Fernando para que le comunicara a su padre su boda en Las Vegas. Cerró los ojos y respiró hondo. Luego le había dicho a Pedro que iba a casarse con Fernando....Por primera vez, sintió desagrado hacia sí misma. Abrió los ojos y tomó las manos de Fernando.
—Lo siento tanto. Debes considerarme muy egoísta.
—¿Tú no me amas?
Paula movió la cabeza despacio.
—No del modo en que mereces ser amado. Ojalá fuera distinto —le apretó los dedos con suavidad antes de soltárselos y quitarse el anillo—. No puedo llevarlo.
La sonrisa valiente que le ofreció Fernando casi le partió el corazón.
—Lo que tenemos podría ser muy bueno... Te conozco de toda la vida.
—Fernando...
—No te precipites, Pau—sus ojos revelaron el primer indicio de la irritación que sentía. Pero desapareció tan pronto que pareció imaginario—. Si estás esperando a Pedro, cometes un error.
Paula se dijo que Fernando sufría, que era lógico que atacara a Pedro.
—Él es el padre de mi hijo —repuso al final.
—Es un canalla frío y peligroso.
Por su mente pasaron imágenes del fin de semana. La gentileza de Pedro... su alegría... sus lágrimas.
—Piensa en todo lo que podríamos compartir. Tu padre estaría encantado... y el mío bailaría en su tumba. La fusión de dos dinastías.
—¿Dinastías? —el término ampuloso la alertó—. ¿Es por dinero? Por favor, dime que el rumor de tus problemas financieros no es cierto.
—¿Quién te ha hablado de ello?
Al verle la cara supo que Pedro tenía razón.
—¿Por qué no me lo contaste? Podría haberte ayudado con un préstamo para salir de apuros.
—Oh, Paula—sonrió con pesar—solo habría sido la punta del iceberg.
—Le podría haber pedido a mi padre que te respaldara.
—Tu padre está al corriente. Si te casaras conmigo... —miró su vientre, que ya empezaba a manifestarse— y criáramos juntos a tu hijo, estaba dispuesto a saldar todas mis deudas.
—¿Mi padre te dijo eso?
—Tu padre me aprecia... siempre ha querido que nos casáramos.
La afirmación sonaba a cierta. Pero ofrecerse a pagar las deudas de Fernando para casarse con ella... Se sintió traicionada. Abrió el bolso y sacó un billete de cincuenta dólares que dejó en la mesa para cubrir lo consumido, luego se puso de pie. Cuando Fernando amagó con hablar, ella movió la cabeza y dijo:
—Adiós, Fernando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario