A las cinco encontró a Pedro en la galería larga, examinando su tigre. Vestido con un traje de Cesare Antolini, permanecía quieto mientras ella se acercaba por detrás, con los tacones resonando en el suelo de mármol. Se detuvo a su lado y lo miró.
—Es magnífico, ¿No te parece? —y no solo hablaba del tigre de piedra.
—Una reliquia de otro tiempo —comentó absorto—. Es fiero y espléndido, con una dignidad real.
—Noble.
—Sí —Pedro guardó silencio ante esa criatura tallada hacía un par de miles de años.
—A veces me pregunto si no sería más sencillo vivir en su mundo —indicó Paula—. Sin otra preocupación que encontrar agua y alimento, y una compañera para transmitir sus genes a sus cachorros antes de volver a seguir su camino.
—Instintos directos —la miró con ojos que transmitían masculinidad—. Sexo, supervivencia, hambre, sed.
—¡Exacto! —Paula sonrió.
—Matando solo por comida. Sin necesidad de pensar en la codicia, las mentiras y los engaños.
Ella se sintió perdida.
—¿A qué te refieres? —desde que antes viera a Fernando, en su estómago había flotado una sensación de náusea. Remordimiento. Culpa por la mentira del compromiso.
—Nada —él sonrió—. Filosofía hueca.
Y Paula se sintió aliviada. Pedro posó la vista en el pequeño bulto de su bebé antes de volver a mirarla a la cara con expresión inescrutable.
—Siempre supe que eras hermosa... pero ahora resplandeces.
Las palabras suaves expulsaron de su mente los rescoldos fríos de la conversación con Ferando. Se sintió bendecida. Pedro había vuelto. Su bebé crecía. Al fin iban a ser una familia.Pasó el brazo por el de su esposo y tiró de él hacia la salida.
—¿Adónde vamos a ir a cenar?
—Cerca. Fui a lo seguro y reservé una mesa en Fives, en la Quinta Avenida.
—La comida allí siempre es deliciosa.
El espacioso salón de Fives, con sus mesas cuidadosamente distribuidas, proporcionaba el grado perfecto de intimidad .Sin embargo, y a pesar de la conversación fluida entre ellos, Pedro sabía que algo atribulaba a Paula. Después de terminar con el solomillo, le preguntó:
—¿Qué sucede?
—Tenías razón —respondió, dejando los cubiertos en el plato—. Tal como dijiste, Fernando se encuentra en problemas financieros. Pensó que me divorciaría de tí... y me casaría con él.
Los músculos de Pedro experimentaron una tensión eléctrica.
—Eso jamás va a suceder.
—Lo sé —Paula emitió una risa a medias—. Así se lo dije a Fernando.
—¿Cómo reaccionó? —preguntó después de que el camarero retirara los platos.
—Intentó hacerme creer que me amaba.
El dolor en la voz de Paula retorció las entrañas de Pedro. Se encontraba ante un momento para la verdad. Costaba vocalizar lo que habría preferido mantener oculto. Pero ella se merecía más.
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