martes, 20 de febrero de 2018

Eres Mía: Capítulo 37

Pedro se detuvo.

—¿De dónde ha salido?

—De la misma colección que el jarrón que hay en la parte de atrás del museo. Yo la llamo  la  Máscara de la dama  del  templo.  Sospecho  que  debía  de  estar  en  uno  de  los  templos de Inanna.

—¿El viejo amigo de tu padre se la vendió al museo?

El tono en la voz de Pedro hizo que Paula lo mirara fijamente.

—Así es —respondió con normalidad.

—A  veces  he  pensado  que  todas  las  antigüedades  deberían  permanecer  en  sus  países de origen.

—Con ese razonamiento, los Mármoles de Elgin deberían volver a Atenas.

—Quizá sí —se encogió de hombros.

—¡Pedro!

—No  es  ninguna  herejía  —defendió  su  postura—.  Los  griegos  llevan  una  eternidad  tratando de que  se  los  devuelvan...  igual  que  los  egipcios  han  tratado  de  recuperar  la  piedra roseta. Los objetos pertenecen a sus propios países y sus propias culturas.

—Pero  hay  ocasiones  en  que  necesitamos  proteger  tesoros  de  otras  culturas...  tesoros que son importantes para toda la humanidad.

—Proteger... no robar —musitó Pedro.

—¿Qué quieres decir con eso?

—¿No lo sabes? —enarcó una ceja.

—Deja de hablar en acertijos.

La observó largo rato.

—O  te  has  convertido  en  una  mentirosa  consumada,  cosa  que  no  creo,  o  sigues  siendo demasiado ingenua como para darte libertad por tu propio bien.

—He crecido.

Eso hizo que Pedro sonriera.

—No  crezcas  demasiado.  La  ingenua  de  los  ojos  muy  abiertos  es  parte  de  tu  encanto.

Paula no supo si sentirse divertida u ofendida.

—¿Qué consideras que mi ingenuidad no es capaz de entender?

—¿No te resulta curioso  que  un  coleccionista  tenga  tantas  piezas  de  primera  categoría indocumentadas?

—Están  bien  documentadas  y  su  procedencia  se  puede  rastrear  hasta  antes  de  1970.  ¿Desde  cuándo  una  antigüedad  legítimamente  comprada  se  ha  convertido  en  robo,  Pedro?  ¿Y  dónde te deja eso a tí?  Dedicaste  una  década  a  amasar  una  considerable  fortuna  comerciando  con  antigüedades.  ¿Llamarías  robo  a  todas  esas  transacciones?

—Trabajé  muy  exhaustivamente  para  asegurar  que  jamás  comerciara  con  objetos  robados y artículos del mercado negro. Tú en particular deberías saberlo. Sí, hacía que fuera difícil encontrar mercancía legítima, pero, como te dije hace tantos años cuando compré  esa  tableta...  —con  el  pulgar  indicó  la  dirección  de  un  expositor—  era importante para mí.

—¿Qué quieres dar a entender?

—Hace diez años, cuando estaba en una misión de reconocimiento con las Fuerzas Especiales,  asistí  en  Estambul  a  una  exposición  de  objetos  nunca  antes  expuestos.  Ya  conocía  a  Candela...  ella  me  consiguió  una  invitación.  Algunos de los  artículos  los  había  enviado el Museo de Irak. Había una máscara de mármol realmente única, como nunca antes  o  después  he  vuelto  a  ver...  Sin  embargo,  ahora  encuentro  aquí  una  gemela  idéntica de esa pieza.

Paula comprendió que hablaba de su Dama del templo.

—Eso es imposible  —pero  el  corazón  comenzó  a  martillearle  en  el  pecho—.  Según  la documentación, la máscara lleva más de cincuenta años en los Estados Unidos.

Pero  Pedro no  mentía.  Su  reputación  se  cimentaba  en  el  conocimiento  y  la  integridad.  Y  sugerir  que  la  pieza  era  una  gemela  sería  ridículo...  En  particular  dada  la  situación similar del jarrón que se parecía al Jarrón de Inanna.

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