martes, 6 de febrero de 2018

Eres Mía: Capítulo 28

El corazón de Paula se desbocó. Sacudida   por   más   lujuria   que   la   que   recordaba   haber   experimentado  jamás,  murmuró:

—Deja que te ayude.

Él gimió.

—Date la vuelta.

Solo pudo complacerlo. El sonido de  la  cremallera  reverberó  sorprendentemente  alto.  Sintió  que  su  top  cedía. Luego los labios de Pedro se posaron en la piel sensible de su nuca y trazó una línea de fuego  a  lo  largo  del  punto  erótico  que  únicamente  él  conocía.  Tembló  de  placer. Lo había echado tanto de menos.La giró en sus brazos.

—Puedes ayudar  deshaciéndote  de  ese  condenado  top.  Lo  más  factible  es  que  en  este momento yo termine por romperlo... y es demasiado bonito.

Con fluidez, se  lo  quitó  por  la  cabeza  y  dejó  los  pechos  cubiertos  solo  por  el  sujetador.

—Eres hermosa.

El  sujetador,  de fino encaje amarillo pálido,  contenía  unos  pechos  plenos   y   voluptuosos, con los pezones oscuros. Contuvo un gemido. Alargó las manos trémulas y acarició las curvas de sus hombros, su cintura... hasta llegar a las caderas. Una  vez  allí,  tiró  con  torpeza  de  la  cremallera  de  la  falda,  que  cayó  en  pliegues  al  suelo. La alzó y la pegó a su pecho, bien consciente de que casi se hallaba desnuda, y se dirigió a la cama interminable, sobre la cual la depositó con cuidado.Desnudo,  se  tumbó  a  su  lado,  y  apoyándose  en  un  codo,  se  inclinó  para  besar  la  curva de piel que salía por la parte superior del encaje. La  piel  de  Paula era  suave  bajo  sus  labios  y  tras  la  delicada  tela  podía  ver  cómo  se  endurecía el pezón oscuro hasta formar una cumbre en punta.Las manos le temblaron al ocuparse del cierre frontal del sujetador. Una vez suelto, las  copas  se  separaron.  Coronándole  los  pechos  con  las  manos,  pasó  los  dedos  pulgares sobre las cimas henchidas.Clea echó la cabeza atrás y gimió. Pedro se inclinó y sustituyó el dedo pulgar por la boca, y succionó con suavidad hasta que los gemidos se volvieron más sonoros. Con  la  boca  bajó  por  el  costado  de  un  pecho,  plantando  besos  en  el  valle  central  antes de ascender por el otro hasta llegar a la cumbre.Una vez más, Paula no pudo contener el sonido ronco que escapó de su garganta.

—Lucho por mostrar contención —musitó mientras la acercaba al borde de la cama y  eliminaba  la  última  prenda  que  los  separaba  y  le  abría  las  piernas.  Se situó  en  el  espacio  que  había  creado  entre  los  muslos  de  Paula—.  Pero  te  prometo  que  iré  realmente despacio. Tendré cuidado. Tú dime lo que quieres.—Solo estoy embarazada, así que es difícil que me quiebre. Pero si lo quieres saber, te quiero a tí —musitó, tomándole la cabeza entre las manos—. Dentro de mí. Ahora.

Al  avanzar,  la  luz  titiló  por  sus  extremidades,  dándole  a  su  piel  una  tonalidad  de  bronce. Se detuvo ante la entrada del cuerpo de ella.

—¿Estás segura? —susurró—. ¿No quieres esperar, jugar un poco más?

—Habrá tiempo de sobra para eso más adelante. Ahora mismo estoy hambrienta.

—Yo también —reconoció. Y se apoyó sobre los codos y lamió el labio inferior antes de posar por completo la boca sobre la suya. Minutos después, comentó—: No ha sido más que un aperitivo.

—Necesito  el  plato  principal  —respondió  Paula,  con  el  corazón  martilleándole  de  deseo. Pedro soltó una carchada.

—¡Ya te he alimentado, mujer insaciable!

Desde su regreso, era la primera vez que lo oía expresar un júbilo tan abierto. Actuó como el más poderoso de los afrodisíacos. Onduló contra su cuerpo hasta que sintió el latir de ambos corazones al unísono. Pedro introdujo  una  mano  entre  sus  cuerpos  y  ella  tembló  bajo  la  caricia  de  esos  dedos. Luego el contacto se relajó y se vio sustituido por un calor familiar y directo. Avanzando, se introdujo en ella con una facilidad que Paula no había imaginado.Se  movieron  al  mismo  ritmo,  como  una  danza  no  olvidada.  Una  danza  íntima  para  amantes.  El  ritmo  se  incrementó,  los  embates  de  Pedro más  profundos.  El  placer  se  retorció,  tensándose  en  el  cuerpo  de  Paula.  Hasta  que,  con  un  embiste  final,  llegó  la  liberación, enviándolos a los dos a un reino de color y deleite cegador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario