martes, 20 de febrero de 2018

Eres Mía: Capítulo 38

—¿Afirmas  que  adquirimos  un   artículo  robado?   ¿Que  las  piezas  nunca  se   compraron al amigo de mi padre? Es una acusación muy seria.

—Hace  cuatro  años,  Candela y  yo  le  solicitamos  al  Museo  de  Irak  permiso  para  fotografiar esa máscara... y cierto número de piezas de la misma colección. Mi petición fue rechazada con cierta brusquedad —enarcó una ceja—. ¿Coincidencia? No lo creo.

—Hace cuatro años. Pero eso... abrió los ojos.

Él asintió.

—Mi  curiosidad  se  despertó.  Empecé  a  hacer  preguntas.  Ya  había  contratado  a  Candela para  que  realizara  algunas  investigaciones  para  mí...  acerca  de  una  pequeña  tableta que había visto en este museo, y cuya procedencia Alan me había garantizado que era segura. Me recordó notablemente a una tableta que había visto en Estambul y eso  me  molestó.  Cuanto más ahondaba,  más  dudaba  de  que  la  máscara  hubiera  regresado alguna vez al Museo de Irak desde Estambul.

—¿Podrías  confirmar  si  alguna  vez  se  informó  del  robo  de  la  tableta  o  de  la  máscara?

Pedro movió la cabeza.

—Pero  es  evidente  que  alguien  sabía  que  yo  había  mostrado  interés  en  esa  pieza.  Alguien que estaba al tanto de los robos. Y ese alguien iba en serio.

—¿Qué quieres decir? —inquirió conmocionada.

—Desde entonces a Candela no se la ha visto... sospecho que está muerta —observó la galería como  si temiera que  pudieran  oírlos—.  Podemos discutir  más  sobre  el  tema  esta noche... una vez hayan terminado las festividades.

—No —quería llegar al fondo de esa revelación perturbadora—. Esto es demasiado importante para demorarlo. Vayamos a mi despacho.

Una vez allí, Pedro cerró la puerta a su espalda.Paula fue hacia la ventana que daba al patio lleno de gente y al final se volvió hacia él con el rostro lleno de confusión. Él comenzó a hablar.

—Desde que mencionaste que te dieron mi anillo, eso no ha parado de dar vueltas en mi cabeza. Fue muy oportuno el modo en que apareció como una prueba cuando tú te   negaste a  aceptar  cualquier otra explicación —entrecerró  los  ojos—.   Me secuestraron hace casi cuatro años. Pero el anillo me lo arrancaron del dedo en agosto pasado.

Ella sintió que se le ponía la piel de gallina.

—Eso significaría... —su voz se apagó.

—Que todo el tiempo alguien que podía poner ese anillo en tus manos sabía lo que de   verdad me había sucedido. Ciertamente, alguien  sabía  que  Akam me  tenía   prisionero...  lo  que  bastó  para  ponerlo  a  este  extremadamente  nervioso.  Por  eso  me  mantuvo con vida en vez de matarme, tal como le habían ordenado.

—Lo que sugieres es imposible —afirmó Paula espantada.

—Diabólico,  sí.  ¿Imposible?  No  estoy  tan  seguro  —se  encogió  de  hombros—.  Pero  espero que tengas razón.

—¡Papá! —su padre jamás juraba en presencia de mujeres.

Retrocedió un paso con la carpeta pegada al pecho.Donald Tomlinson se puso de pie.

—No te alejes de mí de esa manera. Tú no lo crees, ¿Verdad?

—Yo... no lo sé —tartamudeó.—¿No estás segura? ¿Le creerías a él antes que a mí?

Aguijoneada por el dolor, cruzó los brazos sobre su vientre.

—Ya no sé qué ni a quién creer. Oh, papá, estoy tan confusa.

Cuando él abrió los brazos, Paula titubeó.

—Le crees a él.

—Convénceme de que es mentira —suplicó.

—¿Convencerte? Soy tu padre. ¿Dónde está tu lealtad? ¿Quién te crió? ¿Quién fue padre  y  madre  para tí después de que  esa  zorra  nos  dejara  por  otro  hombre  y  sus  hijos?

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