Se quedó de piedra. Nunca había visto ese lado amargado y venenoso de su padre.
—Siempre has tenido mi inquebrantable lealtad —hasta ese momento—. Fernando me contó que tú sabías que la única razón por la que quería casarse conmigo era porque estaba en la ruina.
—¡No es verdad! Fernando siempre ha querido casarse contigo... habría sido el marido perfecto si ese otro canalla no hubiera interferido.
—Yo me enamoré de Pedro.
—¡Amor!
—Al menos a Pedro no hubo que sobornarlo para que se casara conmigo —ante la expresión atónita de su padre, continuó implacable—: Sí, Fernando me contó que le ofreciste un estímulo.
—Es lo que deberías haber hecho en todo momento... todo habría encajado.
Se mostró asombrada.
—¿Por eso intentaste matar a Pedro? ¿Para que yo quedara libre para casarme con Fernando? —sintió náuseas. Comenzó a dars la vuelta—. Debería irme a casa —la voz baja de su padre la detuvo.
—No lo entiendes, Paula. Iba a destruirme... junto con todo lo que había levantado.
—¿A qué te refieres? —giró en redondo.
—Lo supe nada más presentármelo. Pedro es más agudo que un cuchillo... ve cosas que la mayoría de la gente no nota. Es un canalla frío e inteligente. Ese cerebro analítico que tiene enlaza información y escupe la respuesta. Había vivido en Irak y Afganistán. Entendía el comercio de antigüedades de Oriente Medio... a los jugadores, el mercado negro, el mercado legítimo. Y encima, tenía ese don peculiar de reconocer un fraude a simple vista... y su capacidad de recordar información sobre las piezas más oscuras era formidable. Supe que solo sería cuestión de tiempo.
La confusión de Paula se convirtió en certeza... y amarga decepción.
—Estás involucrado en la compra de piezas robadas. Te defendí —comentó con tristeza—. Le dije a Pedro que tú jamás participarías en algo así —qué ciega había sido su lealtad—. No te conozco para nada, ¿Verdad?
Le debía una disculpa a Pedro. Él tenía razón. Era demasiado ingenua para dejarla obrar por su cuenta. Su padre abrió los brazos.
—Intenté evitarte la noticia de su muerte, querida. Si hubieras creído que tu marido te había abandonado por otra mujer y te hubieras divorciado, habría sido... más fácil.
—Pero yo jamás me creí eso. Lo que significó que debías procurarte otro escenario... y ahí es donde intervienen tus «investigadores» y la muerte de Pedro en un accidente de coche en el desierto con una amante inexistente. El problema fue que los hombres que contrataste para matarlo solo lo secuestraron... y lo mantuvieron vivo como seguro. Así que arreglaste una condena de muerte sobre los secuestradores... y su víctima. De haber tenido éxito, jamás me habría enterado de que habías intentado ejecutar a mi marido.
—Una vez iniciado el proceso, creció como una bola de nieve.
Había sido tan ingenua. Tuvo ganas de llorar. Pero con eso no lograría nada.
—Papá... Pedro ha visto la Dama del templo y sabe cuál es su procedencia original. No me cabe duda de que irá al FBI.
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