—Había contratado a Candela como consultora para comprobar artefactos que me interesaban.
—Le dije a Fernando... a papá... a todo el mundo, que era una colega... no tu amante. Que debía de estar ayudándote a confirmar que una compra potencial era auténtica y no una falsificación... o comprobando su procedencia.
No había mantenido a Candela para investigar una compra, pero eso carecía de relevancia en ese momento. Pensó que Paula debía de haber pasado por un infierno... y que en ningún momento había dejado de creer en él. Había sido leal... fiel. Sin embargo, él había dudado de ella nada más regresar. Luego el rompecabezas de su secuestro había ocupado todos sus pensamientos, al tiempo que hablar de sus siniestras teorías con ella quedaba descartado. En ese momento sintió una profunda incomodidad en la boca de su estómago. Quizá Paula tenía razón. La fe ciega jamás había sido su estilo. Y debido a su entrenamiento especial, con el paso de los años el escepticismo y la desconfianza se habían convertido en una segunda naturaleza, estableciendo una fría distancia que le permitía calcular... y luego actuar con gran eficacia.Su desconfianza seguía viva y coleando. Sopesó cómo el anillo había llegado de Akam a un prestamista a kilómetros de distancia. Y quién podría haberlo fotografiado con Candela... y con qué objetivo... y si alguna vez había habido un accidente en el desierto como Paula creía con tanta claridad. O si al final se había vuelto paranoico. Y por encima de todo, la afirmación de Akam de que lo habían contratado para matarlo reverberaba en su cabeza, incrementando su creciente inquietud.
—Entonces, si no te capturaron después del accidente, ¿Qué sucedió? —preguntó Paula—. ¿Cómo llegaste a caer prisionero?
—Una noche me secuestraron en las calles de Bagdad —explicó sin emoción aparente en la voz—, en absoluto cerca del desierto.
—¿Secuestrado en la ciudad? —lo aferró por la parte superior del brazo—. Eso no suena fortuito... sugiere que eras su blanco.
—Eso parece.
Era el acertijo que lo hostigaba en la noche oscura. La pregunta que nunca había querido contestar. Descruzó los brazos y la pegó a él. Era más fácil no mirarla. Acariciarle la espalda. Sentir su calor.
—Pero mis captores eran contrabandistas... no menos peligrosos, aunque no los típicos sicarios. Luego me enteré de que tenían orden de matarme. Sin embargo, Akam, el jefe del grupo, es un canalla desconfiado. Decidió mantenerme vivo como seguro... tenía paranoia de que lo traicionaran. Por algo de la disensión que surgió entonces, deduje que el pago se había convertido en un problema. Sospecho que Akam pensó que podría ser más rentable para él como víctima de secuestro, pero a medida que pasaba el tiempo, eso demostró ser un arriesgado error de juicio. Se había puesto un precio a su propia cabeza, de modo que salvar el pellejo y mantenerse oculto pasó a ser su prioridad. Al final, como ya te he dicho, fue Akam quien me dejó ir y quien arregló que me sacaran de Irak... por una buena cantidad de dinero, desde luego, y que ya he pagado. Pero bien invertida hasta el último céntimo.
Paula temblaba en el círculo de sus brazos. Luego echó la cabeza atrás y le inspeccionó la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario