jueves, 15 de febrero de 2018

Eres Mía: Capítulo 35

—Había  contratado  a Candela como  consultora  para  comprobar  artefactos  que  me  interesaban.

—Le  dije a Fernando...  a  papá...  a  todo el  mundo,  que  era una  colega...  no  tu  amante.  Que debía de estar ayudándote a confirmar que una compra potencial era auténtica y no una falsificación... o comprobando su procedencia.

No había mantenido  a  Candela para  investigar  una  compra,  pero  eso  carecía  de  relevancia en ese momento. Pensó que Paula debía de haber pasado por un infierno... y que en ningún momento había dejado de creer en él. Había sido leal... fiel. Sin embargo, él había dudado de ella nada más regresar. Luego el rompecabezas de su  secuestro  había  ocupado  todos  sus  pensamientos,  al  tiempo  que  hablar  de  sus  siniestras teorías con ella quedaba descartado. En  ese  momento  sintió  una  profunda  incomodidad  en  la  boca  de  su  estómago.  Quizá Paula tenía   razón.   La fe ciega   jamás  había  sido  su  estilo.  Y   debido  a   su  entrenamiento  especial,  con  el  paso  de  los  años  el  escepticismo  y  la  desconfianza  se  habían  convertido  en  una  segunda  naturaleza,  estableciendo  una  fría  distancia  que  le  permitía calcular... y luego actuar con gran eficacia.Su  desconfianza  seguía  viva  y  coleando.  Sopesó  cómo  el  anillo  había  llegado  de  Akam a un prestamista a kilómetros de distancia. Y quién podría haberlo fotografiado con  Candela...  y  con  qué  objetivo...  y  si  alguna  vez  había  habido  un  accidente  en  el  desierto como Paula creía con tanta claridad. O si al final se había vuelto paranoico. Y  por  encima  de  todo,  la  afirmación  de  Akam  de  que  lo  habían  contratado  para  matarlo reverberaba en su cabeza, incrementando su creciente inquietud.

—Entonces,  si  no te capturaron  después  del  accidente,  ¿Qué  sucedió?  —preguntó Paula—. ¿Cómo llegaste a caer prisionero?

—Una  noche me secuestraron  en  las  calles  de  Bagdad  —explicó  sin  emoción  aparente en la voz—, en absoluto cerca del desierto.

—¿Secuestrado en  la  ciudad?  —lo aferró por la  parte  superior  del  brazo—.  Eso  no  suena fortuito... sugiere que eras su blanco.

—Eso parece.

Era  el  acertijo  que  lo  hostigaba  en  la  noche  oscura.  La  pregunta  que  nunca  había  querido  contestar.  Descruzó  los  brazos  y  la  pegó  a  él.  Era  más  fácil  no  mirarla.  Acariciarle la espalda. Sentir su calor.

—Pero  mis  captores  eran  contrabandistas...  no  menos  peligrosos,  aunque  no  los  típicos  sicarios.  Luego  me  enteré  de  que  tenían  orden  de  matarme.  Sin  embargo,  Akam, el  jefe  del  grupo,  es  un  canalla  desconfiado.  Decidió  mantenerme  vivo  como  seguro...  tenía  paranoia  de  que  lo  traicionaran.  Por  algo  de  la  disensión  que  surgió  entonces,  deduje  que  el  pago  se  había  convertido  en  un  problema.  Sospecho  que  Akam  pensó  que  podría  ser  más  rentable  para  él  como  víctima  de  secuestro,  pero  a  medida que pasaba el tiempo, eso demostró ser un arriesgado error de juicio. Se había puesto  un  precio  a  su  propia  cabeza,  de  modo  que  salvar  el  pellejo  y  mantenerse  oculto pasó a ser su prioridad. Al final, como ya te he dicho, fue Akam quien me dejó ir y  quien  arregló  que  me  sacaran  de  Irak...  por  una  buena  cantidad  de  dinero,  desde  luego, y que ya he pagado. Pero bien invertida hasta el último céntimo.

Paula temblaba  en  el  círculo  de  sus  brazos.  Luego  echó  la  cabeza  atrás  y  le  inspeccionó la cara.

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