jueves, 27 de junio de 2019

Venganza: Capítulo 17

—Necesito una diversión con la que se entretenga mientras yo preparo la trampa —la miró a los ojos—. Y ahí es donde entras tú.

—Todavía no entiendo.

—Tú eres perfecta —aclaró él—. Tienes una razón para odiar a Wakefield, así que no caerás rendida ante sus encantos.

—¿Encantos? —dijo ella, asombrada—. Esa culebra tiene tanto encanto como un recaudador de impuestos.

—Le estás juzgando con el beneficio de lo que sabes de él. Es guapo y rico. Y, créeme, puede convencer a la mayoría de las mujeres de que es el hombre de sus sueños.

—Precisamente por eso es por lo que te necesito.

Paula, perpleja, se echó para delante en la silla. Miró fijamente a Pedro, quien se sintió invadido por una llamarada por dentro. Ella era como una diosa seductora, escondiéndose bajo aquellas ropas poco atractivas. Pero no podía ocultar la pasión, la voluptuosa feminidad que él había descubierto en ella. No había sido capaz de conciliar el sueño aquella madrugada pensando en su boca. Y aquel cuerpo... Estaba muy tentado de olvidarse del sentido común y echarse sobre ella en aquel momento. Deseaba acariciarle las mejillas y besarla de manera apasionada. Pero aquello sería un error. Se contentó pensando que pronto sería posible. Tenía planes para Paula. Planes que no tenía intención de revelar en aquel momento. Mientras tanto, había mucho que hacer. No le gustaba compartir sus sentimientos ni hablar sobre el pasado. Pero tenía que hacerlo si quería convencerla.

—Wakefield es peligroso —dijo—. Ha hecho daño a demasiada gente y hay que detenerle antes de que destroce más vidas.

Hizo una pausa, pensando en lo que era necesario contar.

—Nos conocimos en el internado —continuó finalmente—. El padre y el abuelo de Wakefield eran ex alumnos del mismo colegio. Pero yo era el hijo de un empresario; mi padre comenzó de la nada. Para Wakefield, eso nos hacía inferiores a ellos, pero yo estaba orgulloso de mi padre. Todavía lo estoy.

Pedro pudo observar cómo en la expresión de Paula se reflejaba la comprensión.

—Wakefield nunca me aceptó y yo nunca me doblegué ante él. Trató de convertir el colegio en un infierno para mí, pero yo me negué a marcharme. Una vez incluso trató de darme una paliza, pero no lo logró.

Pudo observar cómo Paula tenía la sorpresa reflejada en los ojos y algo más que no pudo identificar. ¿Desagrado?

—Tras aquello, fuimos rivales en todo; en los estudios, en los deportes, en lo que fuera —hizo una pausa, recordando los métodos brutales que empleaba Wakefield... hacía lo que fuese para ganar. Había sido un joven matón y no había mejorado con los años—. Y en nuestro último año, hubo una chica.

—¿Tu chica? —interrumpió Paula.

—No, la suya. Él rompió con ella. Ella fue la que sufrió, no él. El estaba demasiado ocupado fanfarroneando por ahí...

Pedro observó que de nuevo Paula entendía y se hacía una idea de lo que pasó.

—El hermano de ella era compañero mío. Pero Carlos decidió que había algo entre ella y yo. Él no quería estar con ella, pero tampoco quería que yo lo estuviese. Y me advirtió de ello. Pero cuando lo ignoré se volvió peligroso. No nos podía hacer daño ni a ella ni a mí, pero estaba su hermano. Lo encontraron una noche; le habían dado una paliza y estaba sangrando. Dijo que no había reconocido a su atacante. Pero Wakefield se aseguró de que yo supiera que él lo había hecho. Cuando no había ningún testigo alrededor, desde luego.

—¡Estás bromeando! —gritó Paula ahogadamente—. Debía de estar loco.

—Se desquicia cuando le llevan la contraria —Pedro pensó que era un pena que al mal nacido no le hubiesen forzado a recibir ayuda profesional hacía años.

Quizá eso hubiese ayudado a que no hubiese hecho tanto daño a personas inocentes. El silencio se apoderó de la habitación mientras ella asimilaba lo que él había contado.

—Hasta hace poco no habíamos tenido mucho contacto —explicó Pedro—. Pero últimamente, por una serie de razones, le estoy vigilando. Incluso he asistido a varias de sus recepciones. Nuestros intereses comerciales están en diferentes esferas. O por lo menos lo estaban. Durante los últimos doce meses él ha estado pisándome los talones, tratando de expandir sus negocios a la industria del transporte.

Paula frunció el ceño al darse cuenta del significado de sus palabras. Él había tenido razón.

—Tú has creado la conexión —asintió él con la cabeza—. No es una coincidencia que quiera quedarse con su empresa. Le gustaría convertirse en un serio competidor.

—¿Y eso te molesta? —preguntó ella, arqueando las cejas.

—Déjale que lo intente. Me fascinará ver cómo se las arregla en otro campo que no sea el inmobiliario.

—Hay algo más, ¿No es así? —preguntó Paula, frunciendo el ceño de nuevo.

Pedro dudó si revelarle toda la verdad. No sabía si podía hacerlo, ya que en el fondo ella era una extraña. Se quedó mirándola, frunciendo el ceño, preguntándose si sería tan inocente como parecía. Su instinto le incitaba a confiar en ella. Pero... y si se equivocaba... No.

No hay comentarios:

Publicar un comentario