Paula se echó para atrás como si la hubiesen abofeteado. ¿A qué estaba jugando Pedro? Él la miró con arrogancia. Por un momento, ella dudó si le habría oído bien. Entonces, apartó su silla. Pero la manera en la que él estaba allí sentado, tranquilo y sereno, le provocó. En vez de levantarse de la silla se acercó a él por encima de la mesa, consumiéndose por la furia y el dolor. Quizá había hecho el ridículo cuando él la besó, pero no se merecía aquello.
—Si ésa es la forma que tienes de ser gracioso, a mí no me hace gracia.
Pedro no respondió. Sólo la miró fijamente, examinándola como si fuera un escarabajo bajo un microscopio.
—Y si es una alusión a lo que pasó anoche... —apartó de su mente los recuerdos del cuerpo de él sobre el suyo, de sus persuasivos labios— puedes estar seguro de que no volverá a ocurrir.
—Esto no tiene nada que ver con lo que pasó anoche, Paula, aunque fue maravilloso —dijo él, empleando un tono muy seductor.
Ella se estremeció de placer, alimentando su enfado.
—Mi propuesta es poco convencional, pero funcionará. Te devolveré tu compañía... si cooperas conmigo.
—¡Sí, seguro! Siendo tú amante. ¡Me lo puedo imaginar!
—¿Por qué no? —Pedro se acercó a ella por encima de la mesa. Sus caras estaban muy juntas.
Furiosa, Paula sintió cómo reaccionaba su cuerpo ante él; un cosquilleo le invadió el cuerpo, así como una llamarada de calor. Se despreciaba a sí misma por aquello.
—¿Tu novio se opondría? ¿Es ése el problema?
Paula se dispuso a marcharse, pero él la tomó por la mano, impidiéndoselo.
—Suéltame —gruñó ella.
—En un momento. Cuando me digas por qué no funcionaría —Pedro hizo una pausa, analizando la cara de ella—. ¿Es porque hay algún hombre en tu vida? ¿Un amante?
Paula negó con la cabeza.
—¿Entonces cuál es el problema?
-Lo primero... —espetó ella— es que tu vida sexual no tiene nada que ver con Carlos Wakefield y no me va a devolver la empresa. Y segundo... ¡Es tan ridículo!
—¿Por qué es ridículo?
—Ya he tenido suficiente. Suéltame.
—Cuando me lo expliques.
Paula trató de soltarse, pero él se lo impidió.
—Yo no estoy hecha para ser la amante de nadie. Cualquiera puede verlo —dijo ella.
—Todo lo contrario —aclaró él en un tono sensual que hizo que ella se estremeciera—. Yo sí que te veo como mi amante.
Paula aguantó la respiración al pensar en lo que él proponía. Aquel hombre y ella. Teniendo intimidad. Algo dentro de ella se derritió cuando pensó en ello. Sus pezones se endurecieron y le invadió el calor.
—Siento no haberlo dejado claro, Paula —dijo él suavemente—. Debería haber dicho fingir que eres mi amante.
¿Fingir? Ella se quedó mirándolo, tratando de entender aquello.
—Si podemos convencer a Wakefield de que tenemos una relación... — murmuró él— se crearía la oportunidad que necesito. Contigo como cebo, puedo atraerlo hasta tal punto que devolverles su empresa sea la menor de sus preocupaciones.
Estaba hablando en serio. Paula se quedó atónita. Lo que estaba sugiriendo él era de muy mal gusto. Agitó la cabeza.
—Yo no sería convincente —no lo sería si tenía que hacer el papel de mujer fatal. Aquella idea era ridícula—. Sea lo que sea lo que tienes en mente, no funcionará.
—Pues claro que funcionará. ¿No puedes confiar en mí? ¿Ni siquiera un poco?
Paula trató de calmarse. Lo que importaba era salvar la compañía de su familia.
—No confío en tí —dijo, sorprendida por lo calmada que parecía su voz—. Pero te escucharé.
—Bien —dijo él, soltándole la mano, ante lo que ella, consternada, echó de menos su calidez—. Iremos a algún lugar más privado para hablar sobre ello —dijo, levantándose y tomándola por debajo del codo.
Con sólo ese gesto logró que ella se estremeciera.
—Me ibas a explicar lo que tienes en mente —le recordó Paula cuando se sentaron en el salón de su casa. Él centró su atención en ella.
—Hace algún tiempo decidí que iba a actuar contra Wakefield —dijo Pedro desapasionadamente—. Durante el último año, no ha sabido aprovechar bien las oportunidades que se le han presentado y eso, a pesar de su fortuna, lo hace vulnerable. Y sufrir una gran pérdida en el momento oportuno le dejaría desesperado.
Esbozó una sonrisa de depredador que asustó a Paula.
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