viernes, 18 de enero de 2019

Culpable: Capítulo 45

Paula retiró la mano, pero no antes de que el roce de sus labios provocara que se estremeciera.

–Estabas discutiendo. A veces se me olvida lo delicada que eres.

Esta vez, ella lo siguió por voluntad propia, acelerando el paso para mantenerse a su lado mientras él se dirigía hacia la sombra de una palmera.

–He venido para llevarte a casa y no pienso marcharme sin tí. Si para que eso ocurra tengo que arrastrarme, lo haré.

La solemne declaración provocó que los ojos se le llenaran de lágrimas.

–No quiero que te arrastres por el suelo, Pedro. Solo quiero que... –negó con la cabeza, consciente de que quería algo imposible.

Pedro había descubierto que todavía deseaba tenerla en su cama y, aunque en algún momento se habría conformado con eso, ya no le parecía suficiente. Merecía algo más.

–¿Te quiera? –dijo él cuando ella se calló.

Paula asintió y lo miró entre lágrimas.

–Creía que me conformaría con las relaciones sexuales, pero no es así. Quiero más.

–Yo también –suspiró él, sintiéndose aliviado y sorprendido a la vez. Era fácil decirlo. ¿Qué había provocado que dijera algo tan importante?

Paula se quedó boquiabierta hasta que él le empujó la barbilla hacia arriba con el dedo pulgar.

–El pasado deja huella en todos nosotros –arqueó una ceja, invitándola a que respondiera.

Paula asintió.

–Yo siempre he tenido una visión diferente de las relaciones – dijo él–. El matrimonio de mis padres fue desastroso. Yo odiaba a mi padre por amar a mi madre incluso después de que ella lo abandonara. El amor terminó con él y para mí el amor implicaba debilidad, y mi madre... –se encogió de hombros y soltó una carcajada–. ¿Qué se puede decir de ella excepto que no es oro todo lo que reluce? Creo que le falta algo. ¿Sabes a lo que me refiero? –la miró.

–Eso creo –Paula estiró la mano para acariciarle el brazo, medio esperando que él lo retirara. Al ver que él sonreía, sintió un nudo en la garganta.

–Ella siempre decepciona. Carece de conciencia y de un sentido básico de la moralidad.  Combinado con su encanto y su concepto hedonístico y egoísta de la vida, va dejando una estela de desastres a su paso.

–Creo que puedes permitirte algunos problemas de confianza.

Pedro soltó una carcajada.

–Confío en tí plenamente, Paula.

Paula se quedó muy quieta.

–La pregunta es: ¿Tú confías en mí?

Paula miró la mano que él le tendía y, sin dudarlo, colocó la suya encima. Pedro sonrió y metió la mano libre en el bolsillo. Paula vió la cajita de terciopelo rojo y negó con la cabeza.

–No quiero el brazalete.

–Esto no es un brazalete.

Era un anillo, un círculo precioso de diamantes que rodeaba a un fabuloso zafiro. Paula lo miró asombrada.

–¿Esto es lo que creo que es?

–Si crees que pasar nuestra vida juntos es un compromiso, entonces sí, tienes razón –le sujetó la mano y le colocó el anillo en el dedo–. Paula, cásate conmigo. Soy un idiota, pero te quiero.

Paula se quedó helada durante un instante antes de mirar al hombre que estaba su lado.

–Mi querido idiota. Sí, por favor.

Él la tomó en brazos sin avisar.

–Menos mal. Durante un momento pensé que lo había estropeado todo...

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