jueves, 10 de enero de 2019

Culpable: Capítulo 40

Dos semanas más tarde, la mentira resultó mucho más difícil. Durante ese periodo las relaciones sexuales habían sido terminaría cansándose, y estaba continuamente pendiente de cualquier indicio, decidida a saltar antes de que la empujaran. De ese modo, ella se quedaría con recuerdos y un poco de orgullo. La decisión la hacía sentirse madura y en control de la situación. Al final, no estaba preparada para nada. Paula no anticipó el final hasta que no se lo ofrecieron en su propia cama, brillante y reluciente en forma de diamantes. Su reacción no fue ni madura ni controlada.

–Te echo mucho de menos cuando no estás. Ojalá... Me encantaría... Amor...

Mientras asimilaba las palabras que ella había pronunciado medio dormida, Pedro experimentó un instante de pánico, seguido por un auténtico rechazo.

Él ni siquiera habría oído aquella confesión si no hubiese estado demasiado cansado para mover a Paula después de una sesión de sexo salvaje. Sin embargo, lo había hecho mientras se separaba de su cuerpo. Durante las pasadas semanas las relaciones sexuales que habían mantenido no se parecían a nada que él hubiera experimentado antes, pero solo era sexo. Y ella lo sabía. Al sentir que lo invadía el resentimiento, la miró mientras dormía con una mezcla de emociones. Rabia, fascinación, atracción... Y, ajena a lo que pasaba, ella permanecía acurrucada con la cabeza apoyada sobre su hombro. En parte, por cobardía, deseaba ignorar lo que había oído. Sus palabras inocentes no suponían un problema, pero sí la respuesta que ellas requerían. Él no la echaba de menos. Echar de menos implicaba necesitar, y Pedro no necesitaba a nadie.

La noche anterior había sido increíble, así que, cuando ella despertó y vió a Pedro completamente vestido anunciándole que pasaría en Londres el resto de la semana, Paula no supo cómo responder. Se cubrió con la sábana hasta la barbilla y trató de aparentar que estaría bien sin verlo durante los cinco días siguientes.

–No lo sabía –tartamudeó y se apartó un mechón de pelo de la cara, miró el reloj y vio que solo eran las cinco de la mañana–. Te prepararé un café.

Él negó con la cabeza. Su tartamudeo siempre hacía que se derritiera por dentro.

–No, estoy bien.

Ella frunció el ceño. Él no tenía buen aspecto ni sonaba bien. «Distante» fue la palabra que le vino a la cabeza cuando lo miró.

–¿Carolina regresa el martes?

Ella asintió.

–No sé si lo han hablado, pero es evidente que ustedes tienen que decidir cuándo te marchas –vió el dolor reflejado en su mirada y se convenció de que estaba haciendo lo correcto. No podía ofrecerle lo que ella deseaba.

–Pero si no te veo...

Otro hombre se lo daría. Pedro cerró los ojos furioso e invadido por los celos, se aclaró la garganta y metió la mano en el bolsillo.

–Si no te veo antes...

Ella frunció el ceño. Al principio, Paula no se percató de qué era lo que él había tirado sobre la cama. Después, cuando lo reconoció, se quedó de piedra.

–¿Qué es esto? –preguntó mirando el brazalete de diamantes que sujetaba entre los dedos.

–¿No te gusta? –se encogió de hombros–. No pasa nada, puedes devolverla y cambiarla por algo que te guste más.

¿No pasaba nada? ¿No importaba que la tratara como a una prostituta a la que pagaba por sus servicios? Inundada por una mezcla de emociones, Paula suspiró despacio y se puso en pie. Estaba desnuda y temblaba con furia. Se dirigió hacia él, fulminándolo con la mirada.

1 comentario:

  1. Ah noooo!! Se fue a la m....!!! Me parece que Paulita lo va a poner en su lugar

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