martes, 8 de enero de 2019

Culpable: Capítulo 33

–Yo todavía vivía en casa. Pauli ya tenía su primer piso y yo sentía mucha envidia –recordó con una triste sonrisa–. Yo había quedado en ir esa noche para recoger unos... –negó con la cabeza y miró a Pedro de reojo–. Eso no importa, pero ella se olvidó de que yo iba a pasar por allí y... –al recordar la escena le tembló la voz.

Las pastillas esparcidas por la mesa, el vodka derramado... El ambiente olía a agrio... Paulina había vomitado y, al parecer, eso había evitado que sufriera daños más graves. Le contó toda la historia en el hospital, mientras esperaban a que el psiquiatra le pasara consulta antes de que le dieran el alta. Paulina sabía que lo que había hecho no estaba bien porque, aunque se amaban, él era un hombre casado. A menudo le decía que la quería y era maravilloso. Al final resultó que el hombre maravilloso descubrió que no podía abandonar a su esposa, que estaba embarazada de su primer hijo. Una semana más tarde, Paulina descubrió que ella también lo estaba.


–Cuando perdió el bebé...

Al ver que él inhalaba con fuerza, ella volvió la cabeza.

–¿Es verdad que tu prima estaba embarazada de Fernando? Él dijo...

Paula frunció el ceño.

–Lo descubrió justo después de que él la dejara. Y pensaba que él no la había creído. Más tarde le mandó un mensaje de texto diciéndole que lo había perdido, sin más detalles.

Pedro se mordió la lengua para no interrumpirla.

–Creo que Pauli pensaba que el aborto fue su castigo por haber pensado en interrumpir su embarazo voluntariamente. Si al menos se lo hubiese contado a alguien... Estaba demasiado avergonzada como para contárselo a sus padres. Creía que era su culpa. Todavía lo amaba.

Pedro se percató del dolor que había en su tono de voz y se preguntó cómo había podido pensar que ella había sido capaz de haber hecho todo aquello de lo que la acusaba.

–Ella perdió el bebé. Estaba sola y después regresó al piso.

–¿Y fue entonces cuando intentó quitarse la vida? –él siempre había considerado que la víctima era Fernando.

Paula asintió, incapaz de mirarlo mientras trataba de controlar sus emociones. Lo oyó blasfemar.

–Yo tenía una llave y entré. Había píldoras sobre la mesa y una botella de alcohol. Por suerte, había vomitado. En el hospital dijeron que si hubiese llegado un poco más tarde... –cerró los ojos y se cubrió el rostro con las manos. De pronto, oyó pasos sobre el suelo de madera.

–Bebe esto.

Paula abrió los ojos y arrugó la nariz al oler el contenido del vaso que él le había dado.

–No bebo alcohol –dijo ella.

–Te sentirás mejor.

–Eres un mandón –agarró el vaso y probó un sorbo–. Es horrible –se quejó–. Fue hace mucho tiempo.

–Buena chica –comentó, y se sentó de nuevo. Era evidente que el recuerdo de lo que le pasó a su prima había afectado a Paula.

Paula se atragantó una pizca.

–Es lo más bonito que me has dicho nunca –pestañeó al sentir que se le llenaban los ojos de lágrimas. No quería que él se marchara con la idea de que ella estaba esperando un halago.

–Despacio –le advirtió Pedro, tocando el vaso que ella había uelto a llevarse a los labios.

Ella asintió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario