jueves, 6 de diciembre de 2018

Culpable: Capítulo 9

Carolina alisó los papeles que había recogido del asiento trasero.

–¿Esa era la señorita Chaves? –le preguntó a su hermano–. Intuyo que no ha conseguido el trabajo. Una lástima. Quizá lo que necesitamos sea a alguien que se comporte como ella lo ha hecho contigo.

–Esto es un asunto privado, Caro –repuso el hermano.

Carolina leyó una de las referencias adjuntas.

–Pone que es empática con los niños y que es...

Pedro la interrumpió enfadado.

–Sí, lo sé, es perfecta.

Su hermana se quedó pensativa.

–¿Sabes?, creo que podría ser...

–Deja eso, Caro –le ordenó al ver que pasaba la página.

–Siento curiosidad –admitió–. ¿Quién es mejor que ella?

–Su currículum laboral es muy bueno.

–Quieres decir que es otra de las víctimas de Fernando.

–¿Qué diablos quieres decir con «otra de las víctimas»?

–Sé que en lo que se refiere a ese hombre no eres imparcial. No me mires así. Quiero a Fernando y es encantador, pero reconoce que es...

Sin avisar, Pedro detuvo el coche a un lado de la calzada.

–¿Intentas decirme que se te ha insinuado?

Al ver que su hermana soltaba una carcajada, suspiró y arrancó de nuevo. Avanzaron en silencio unos instantes y Carolina preguntó:

–¿Y si lo hubiera hecho?

–Lo mataría –contestó Pedro.

–Así que, ¿El hecho de que te haya salvado la vida lo autoriza a liarse con la señorita Chaves pero no con tu hermana?

–Cállate, Caro.

Ella miró a su hermano, sonrió, y continuó leyendo el currículum que describía a una persona con la que hasta los padres más paranoicos dejarían tranquilos a sus hijos.

–Hola, ¿Paula?

Paula, que estaba a punto de marcharse, se volvió y vió a la bella mujer de cabello moreno que había visto con Pedro Alfonso en la puerta de la habitación del hotel en el que se había visto obligada a pasar la noche. Esa mañana, la mujer morena llevaba unos pantalones vaqueros metidos dentro de unas botas altas de tacón y una chaqueta de cuero con cuello de piel. Tenía el cabello largo y moreno, y lo llevaba recogido en una coleta. A su lado, Paula sentía que su aspecto era inadecuado.

–No creo que a su novio le guste que la vean hablando conmigo.

–No me importa mucho lo que opine Pedro.

Su hermano no había reaccionado bien ante el comentario que ella le había hecho durante el desayuno acerca de que la actitud que tenía hacia esa mujer estaba influenciada por su madre y que, aunque alguien salvara la vida de otra persona, no significaba que fuera un santo. Además, cuando ella le contó su maravillosa idea él le sugirió que había perdido la cabeza.

–Y no es mi novio, es mi hermano.

–¡Su hermano! –«¿todos los miembros de la familia serán así de atractivos?».

La exclamación de Paula provocó que la chica sonriera.

–Me gustaría decir que él tiene el atractivo y yo la inteligencia pero estaría mintiendo. Inteligente o no, a veces Pedro puede comportarse como un estúpido siendo completamente leal a sus amigos, incluso aunque ellos no... –se calló a mitad de frase como si hubiese decidido morderse la lengua–. Por supuesto, pedir perdón no es algo que le resulte sencillo.

Paula resopló. La idea de que aquel hombre odioso quisiera disculparse era como una broma. Sabía que la hermana no tenía la culpa de nada, así que forzó una sonrisa, pero no pudo evitar comentar:

–Sobre todo cuando siempre tiene la razón.

–¡Uf! –exclamó la hermana–. Entonces, ¿Va a regresar a Londres?

Paula miró el reloj. Habían informado de que solo debían viajar aquellas personas para las que fuera estrictamente necesario, ya que todavía había posibilidad de inundaciones. Además, debido a la situación, esperaban que los trenes salieran con retraso.

–No tengo muchos motivos para quedarme aquí.

–Imagino que tendrá planes para las vacaciones de verano.

El comentario provocó que Paula suspirara. Sus vacaciones de verano quizá se alargaran más de lo que a ella le habría gustado. Pero había trabajado como profesora suplente en alguna ocasión y podría volver a hacerlo.

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