jueves, 27 de diciembre de 2018

Culpable: Capítulo 27

Paula estaba sentada en un tocón observando cómo Valen jugaba con el cachorro que saltaba con un palo en la boca. La risa de la niña la hizo sonreír, pero la tristeza permaneció en su mirada mientras volvía la cabeza hacia el aire y respiraba el aroma de las montañas. Era incapaz de conseguir la sensación de serenidad que normalmente le proporcionaba un lugar salvaje como ese. «Habría permitido que pasara», se dijo. La idea hizo que se avergonzara. El recuerdo de lo que había sucedido la hizo estremecer.

Tenía que centrarse en lo positivo. No había sucedido nada malo... Todavía. Había sido culpa suya. Había bajado la guardia, algo que había prometido que no haría jamás después de aquella noche terrible en la que había descubierto lo que el amor podía hacerle a una persona. Nunca permitiría que nadie le hiciera lo que ese hombre le había hecho a Paulina. Y lo había hecho. No a causa del amor. Había cometido un error, pero no ese. No confundía el deseo con amor, aunque comprendía un poco mejor a la gente que lo hacía. El asunto era que, mientras no podía mirar a Pedro sin pensar en el beso que habían compartido y sin temblar de deseo, él ni siquiera le gustaba. Lo que sentía por él no era real. Al día siguiente, podría despertar, mirarlo y pensar: ¿Qué era lo que ví en él? Aparte de un rostro perfecto y un cuerpo increíble con el que se podían inventar mil fantasías... Apretó los labios al sentir un nudo en el estómago.

Por la mañana, él había actuado como si no hubiera sucedido nada, y después ¡La había acusado de provocarlo! Ni siquiera cuando Marcos la dejó se había sentido vulnerable. Un poco decepcionada sí, y quizá un poco tonta. Era irónico, había pensado que tenía la vida solucionada. No había permanecido sentada esperando a un caballero que resultó ser un sapo. Había permitido que un ordenador le encontrara a un hombre que creyera que el matrimonio basado en el respeto mutuo y en los intereses comunes tenía más posibilidad de perdurar que algo basado en una atracción química transitoria. Y él la había abandonado, si no en el altar, muy cerca de él, ¡Y por una modelo de lencería! Si aquello tenía que ver con el sexo, quizá debería superar... Negó con la cabeza. ¿Acostarse con Pedro? Enseguida pensó en la parte negativa del plan. Él no estaría interesado en ella a no ser que acabara de discutir con su novia. Sabía que un hombre como Pedro, nunca se fijaría en ella. Una disputa entre amantes era la única cosa que explicaba la ausencia de aquella mujer en su habitación.


Pedro todavía blasfemaba en dos idiomas cuando se abrió la puerta antes de que él llegara a ella. Apretó los labios para permanecer en silencio. Durante su corta carrera como piloto había sido conocido por su capacidad para mantener la calma bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, en aquellos momentos tenía que esforzarse para controlar sus sentimientos y, si la expresión de su ama de llaves era un buen indicativo, no lo estaba haciendo muy bien. Ladeó la cabeza, miró a la señora Mack y, puesto que no se fiaba de que fuera capaz de hablar sin gritar, arqueó una ceja a modo de pregunta.

–El señor Dane está en la biblioteca.

Pedro intentó no leer demasiado en su gesto de desaprobación. A su ama de llaves había muchas cosas que no le gustaban, no solo el hecho de descubrir que un amigo casado tenía una aventura amorosa con una empleada. A pesar de todo, la imagen que lo torturaba permaneció en su cabeza, provocando que corriera hasta la puerta de la biblioteca y se detuviera allí para respirar hondo. Resultó que Fernando estaba solo. A lo único que se había acercado había sido a la botella de whisky. No tenía problema en compartir la bebida, pero cuando se trataba de su... Frunció el ceño. ¿Qué era ella aparte de no ser nada suyo? No era suya, pero le suponía una auténtica pesadilla y no le pagaban para que se acostara con su amigo casado, así que su actitud estaba totalmente justificada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario