jueves, 6 de diciembre de 2018

Culpable: Capítulo 10

–¿Hay algo en lo que pueda ayudarla, señorita Alfonso?

–Me llamo Carolina. Y sí lo hay. ¿A qué hora sale su tren? ¿Tiene tiempo para tomar un café? En la esquina hay un buen sitio.

Paula negó con la cabeza a pesar de que tenía tiempo de sobra.

–Lo siento –contestó.

–Probablemente te estés preguntando qué es lo que quiero.

–Siento curiosidad –admitió Paula.

–Tengo una hija –dijo, y le mostró que no llevaba anillo–. Y no, no estoy casada. Nunca lo he estado. Valentina es una niña estupenda. Me encantaría poder pasar más tiempo con ella. Es difícil hacer equilibrios. Soy afortunada porque mi trabajo es bastante flexible. Normalmente no trabajo durante sus vacaciones y, por supuesto, aunque Pedro es estupendo, no puede estar todo el tiempo con ella. Es una víctima de su propio éxito –miró a Paula y soltó una carcajada–. No tienes ni idea de quién es, ¿Verdad?

–Sé lo que es... Lo siento, sé que es tu hermano.

–Oh, no te contengas por mí. Pedro puede cuidar de sí mismo.

–Sé que su familia es la propietaria del castillo y la finca. Supongo que eso lo convierte en alguien importante. Localmente, al menos.

–Sí, los Alfonso han estado aquí siempre, pero la finca no es rentable. Pasarán años antes de que lo sea, a pesar del dinero que él ha invertido en ella durante los últimos cinco años. Mi padre, que en paz descanse, era muy reticente al cambio y mi madre, antes de marcharse, gastaba mucho dinero. Su divorcio salió muy caro. En cualquier caso, me estoy yendo por las ramas. No creo que te interese saber más acerca de mi familia.

Al contrario, Paula estaba escuchando atentamente todos los detalles.

–Deduzco que no eres seguidora de las carreras de Fórmula Uno.

–No es lo mío.

–Bueno, resulta que a él lo consideran famoso –acostumbrada a ver cómo las mujeres perseguían a su hermano, a Carolina le sorprendía que aquella chica no tuviera ni idea de quién era él.

–Fue campeón durante dos años seguidos. Por supuesto, eso fue antes del accidente. Después se dedicó a la gestión del equipo Romero.

«¡Un accidente!». Paula siempre cambiaba de canal cuando oía alguna noticia relacionada con un accidente. La palabra la hizo estremecer.

–¿Y resultó...? –no terminó la frase. Posiblemente él había resultado herido pero, si tenía alguna cicatriz, Paula no se la había visto. Aunque tampoco lo conocía tan bien. Sin avisar, una imagen muy detallada se formó en su cabeza.

Se aclaró la garganta y dijo:

–¿Romero? –sí, había oído hablar del equipo italiano–. Entonces, ¿No vive aquí?

–El equipo tiene su base en Italia, pero, después de que mi padre muriera, Pedro tomó la decisión de venir a vivir aquí. Por supuesto, viaja muchísimo –puso una mueca–. Los dos lo hacemos. Una ironía teniendo en cuenta cómo lo odiábamos de pequeños. Mi madre se quedó con nuestra custodia después del divorcio –explicó–. Ella tiene lo que se llama un umbral muy bajo para el aburrimiento, así que no permanece mucho tiempo en el mismo sitio.

Miró a Paula y sonrió.

–Nosotros tampoco. Cuando Valen nació, decidí que tendría seguridad y un hogar estable.

Parecía evidente que su hermano y ella no habían disfrutado de ese tipo de infancia y Anna sintió lástima por ellos. Ella había quedado huérfana y tampoco había tenido una infancia perfecta pero, al menos, sus tíos la habían criado en un ambiente cálido y lleno de ternura, y la habían tratado tan bien como a su hija Paulina.

–Siempre me siento culpable cuando viajo por motivos de trabajo pero... –Carolina negó con la cabeza–. Ahora desearía no haber aceptado este trabajo. Es un compromiso demasiado grande.

Paula había visto esa expresión de culpabilidad en muchas madres trabajadoras que intentaban hacer equilibrios para cuidar de sus hijos y, sin embargo, consiguió mantenerse distante. El hecho de mostrarse demasiado empática en el pasado había hecho que se aprovecharan de ella y no estaba dispuesta a que eso le sucediera otra vez.

–Cuando Valen se puso enferma dejé de trabajar tres meses. En mi profesión, la gente no tiene mucha memoria. Te consideran bueno o malo en función del último trabajo. Pensé que sería difícil... En cualquier caso, cuando me ofrecieron el papel en Face of Floriel, lo acepté. Entonces... –suspiró antes de continuar–. No pensar en las consecuencias es la historia de mi vida.

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