martes, 5 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 25

—Tuve una historia con una mujer con la que trabajaba. No terminó bien.

—¿Quién terminó con la historia?

—Ella —apretó los labios—. De un modo no oficial y por alguien.

—¿Quieres decir que la encontraste con otro?

—Algo así.

—Ya.

—Es mejor para todo el mundo ser sinceros. Nada de falsas expectativas. ¿No te parece?

Al menos estaban en el mismo momento. Debería haber sido algo reconfortante, pero  no  lo  era.  Ni  lo  más  mínimo.  Paula no  quería  una  relación,  tampoco  una  aventura, pero había algo dentro de ella que deseaba explorar lo que estaba naciendo entre los dos.

—¿En qué piensas, Paula Chaves, aquí a la luz de la luna?

—¿Qué piensas tú? —dijo ella sin poder dejar de mirarlo a los ojos.

—Pienso en que creo que estoy a punto de cometer un gran error —dijo con voz de seda.

—Pedro, no creas... —todas las alarmas sonaron en su cabeza.

—Tranquila, Pau. No estoy interesado en enamorarme. El amor sólo hace que la gente sufra.

Debería  haberse  sentido  aliviada.  Eso  era  lo  que  ella  pensaba  exactamente.  No  entendía por qué se sentía un poco decepcionada.

—En eso estamos de acuerdo.

Ella se apoyó en la balaustrada y cerró los ojos.

—Pau...

Cuando los abrió lo vió justo delante de ella.

—Sé  que  te  han  hecho  mucho  daño  —Paula abrió  mucho  los  ojos,  pero  él  continuó—.  Puedo  verlo.  Me  dí  cuenta  después  de  lo  del  ático.  Yo  no  te  haré  daño,  Pau, te lo prometo.

Levantó  una  mano  y  sus  dedos  desaparecieron  bajo  el  cabello  de  ella.  Paula contuvo la respiración mientras luchaba contra el enorme deseo de apoyar la cabeza en su mano.

—Preciosa  Pau.  No  puedo  negar  que  hay  algo  entre  nosotros.  Lo  siento.  Lo  noto en tus ojos. Pero la diferencia es que hemos establecido los límites.

—No puedo acostarme contigo, Pedro—dijo casi sin pensarlo.

—Quizá un beso... —dijo con una sonrisa.

Estaban  lo  bastante  cerca  como  para  sólo  tener  que  levantar  la  barbilla  y  encontrarse con sus ojos. Era una lucha mantenerlos abiertos mientras le acariciaba el pelo.

—Un beso.

—Seguramente ya habrás besado antes.

Paula tembló por dentro. Sí, pero no mucho tiempo. No sin miedo.

—Hace tiempo.

Su  rostro  estaba  tan  cerca  que  notaba  el  aliento  en  las  mejillas.  Agarró  las  solapas de su chaqueta. Seguramente, si podía darle un primer beso, todo iría bien.

—Bésame, Paula.

Sus   miradas   se   encontraron   un   segundo.   La   estaba   esperando.   Él   había entendido  que  le  habían  hecho  daño  y  le  había  dejado  llevar  la  iniciativa.  Eso  no  lo  esperaba.  Estaba  acostumbrada  a  que  él  diese  las  órdenes,  pero  en  ese  momento  le  daba el poder y eso lo hacía más irresistible. Apoyó  la  cabeza  en  su  mano,  alzó  el  rostro  y,  con  el  corazón  en  la  garganta,  rozó sus labios.Por  un  instante  se  quedó  así,  probando.  Tenían  los  ojos  abiertos  y  la  conexión  entre  ambos  era  tan  fuerte  que  le  mecía  el  corazón.  Sus  labios  eran  cálidos,  suaves,  acogedores. Soltó la chaqueta, apoyó una mano en su corazón y notó los latidos. Ese  sencillo  movimiento  lo  cambió  todo.  Se  le  aceleró  la  respiración  y  la  mano  de Pedro le inclinó la cabeza mientras separaba los labios. Paula agitó las pestañas. El beso fue profundo pero suave, entregado lentamente a la pasión, capaz de encender el fuego.Por  primera  vez  desde  que  había  dejado  su  vida  pasada  detrás,  se  lanzó  de  cabeza  y  lo  rodeó  con  los  brazos.  Al  momento,  todo  cambió.  Él  la  atrajo  más  contra  su  cuerpo.  Su  lengua  se  hundió  en  su  boca  y  ella  languideció.  La  chaqueta  cayó  de  sus hombros y las manos de él calentaron su piel recorriéndola. Pedro interrumpió  el  beso  y  apoyó  la  frente  en  la  de  ella.  Paula salió  de  su  abrazo y de inmediato sintió el frío de la noche.

—Gracias.

—¿Gracias? —repitió él con los ojos brillantes.

Paula dió  un  paso  atrás.  Se  había  dejado  llevar  por  la  magia  del  momento  y  se  había  olvidado.  Se  suponía  que  tenía  que  estar  asustada.  Se  suponía  que  tenía  que  mantener  las  distancias.  Se  suponía  que  no  podía  ser  vulnerable.  No  podía...  sintió un gemido que subía desde el pecho. No podía permitirse sentir.

—Como tú has dicho, hay una cierta química —alzó la barbilla como retándole a contradecirla.

Él se echó a reír y le acarició una mejilla con los nudillos.

—Eres una mujer fuerte, Pau. Haces justicia al nombre de mi abuela. También era fuerte.

Paula tragó. Tras el beso estaba descubriendo a un Luca completamente nuevo. Se dió la vuelta y apoyó los codos en la balaustrada.

—Me  la  recuerdas  —hizo  una  pausa—.  ¿Por  qué  no  has  corregido  a  Caro cuando te ha llamado por el nombre completo?

—Habría sido un poco grosero. Nos acabamos de conocer.

—Pero no te importó ser grosera conmigo.

—Tú puedes soportarlo.

—Aprecio que seas amable con mi hermana. Por fastidiosa que sea ella.

Paula contuvo  la  respiración  cuando  las  manos  de  él  se  situaron  a  ambos  lados  de ella y su cuerpo se acercó.

—Paula.

Paula abrió mucho los ojos. La forma en que lo había hecho era completamente seductora.  Esa  noche  se  parecía  demasiado  al  hombre  de  sus  sueños.  Tenía  que  resistir. Aquello era una locura. Se suponía que debería tener miedo. Sentir repulsión. No podía sentir lo que sentía.La  besó  en  la  nuca  y  se  estremeció.  Inclinó  la  cabeza  sin  pensar,  para  dejarle  acceso a todo el cuello. Él la rodeó con los brazos.

—Ahora no me has corregido.

—No —dijo en un susurro.

¿Cómo explicarle que lo había pronunciado de un modo distinto?

—Me  harías  un  gran  honor  si  me  permitieras  utilizar  tu  nombre  completo,  Paula. Era el nombre de una mujer a la que quise mucho y he echado de menos su sonido.

¿Cómo negárselo? Habían ido mucho más allá de la relación laboral y no sabía cómo  había  sucedido.  Sólo  sabía  que  entre  ellos  había  una  conexión.  Que  esa  noche  habían compartido algo más que las historias de sus familias. De algún modo, entre el segundo  plato  y  ese  momento,  había  empezado  a  confiar  en  él.  Tragó,  abrió  los  ojos y se dió la vuelta dentro de su abrazo.

—Lo dices de verdad. No es una pose, ¿No?

—Mi nonna era muy especial para mí. Te habría gustado, Paula. Y tú a ella.

Paula debería haber respondido, pero Pedro inclinó la cabeza y la besó dejándola sin palabras.

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