—¿Querías verme, Pau?
Paula levantó la vista mientras Pedro se detenía en la puerta de su despacho. El suave sonido de su voz provocó un estremecimiento en su piel. Los íntimos susurros de la noche anterior no eran reales. Los de ese momento, sí. Lo de la noche anterior había sido una fantasía, pero a la luz del día tenían que volver al trabajo. El héroe de película había desaparecido y el Pedro real volvía a ocupar su lugar. Besarlo, por maravilloso que hubiera sido, no dejaba de ser un error.
—Pasa, Pedro.
Entró en el despacho. Ésa era la realidad, el Cascade y el trabajo, no ser besaba bajo las estrellas. Luca se sentó frente a ella y cruzó las piernas.
—Siento no haber llegado antes. He desayunado con Caro y no se levanta muy pronto. Si hubiera sabido que herías verme...
—¿Habrías qué? —cerró la carpeta que tenía encima de la mesa.
—Habría estado disponible.
La perturbadora idea de Pedro disponible le recorrió las venas. Nadie había hecho nunca de ella una prioridad, pero eso sólo podían ser bonitas palabras.
—Estas aquí ahora. Y como ayer estuvimos fuera, hay muchas cosas de qué ocuparse.
Empezó a hablarle de contratistas y sindicatos mientras él la miraba. Tartamudeó un poco al darse cuenta de que la observaba fijamente. No le estaba prestando atención. No, ¡Le estaba prestando demasiada atención!
—Pedro, ¿Me estás escuchando?
—Intensamente —cuadró un poco los hombros.
—También necesito que le eches un vistazo a estas facturas —le tendió unos papeles—. Estos números no pueden ser correctos.
—Sí, lo son —dijo mirando las facturas—. ¿Qué tienes en la agenda para esta tarde?
Se quedó pálida, ignoró la pregunta y se concentró en los números.
—Míralas otra vez. La coma no puede estar en su sitio.
—Está todo bien, Pau—le devolvió los papeles.
Golpeó la carpeta con el bolígrafo, insegura sobre cómo seguir. Seguramente él se daría cuenta de que era una locura gastarse todo ese dinero además del que llevaban gastado. Había visto la factura de las nuevas cortinas del Athabasca y casi se había desmayado. Y después eso...
—Esto no es lo que habíamos presupuestado. ¡Y ya te pasaste en el presupuesto de las cortinas más del treinta por ciento!
—Era un precio estupendo para un tejido de calidad excepcional. Caro lo encontró y...
—¿Caro? —dejó de jugar con el bolígrafo.
Tenía que enfrentarse a dos Alfonso. No podría con los dos a la vez. Respiró hondo.
—Te dije que era insistente —una sonrisa apareció en la comisura de sus labios y le tocó una mano.
Trataba de encandilarla y de que olvidara todo lo que habían planeado para el Cascade. Ya lo había hecho más de una vez, pero esa vez no le iba a funcionar. Habían trazado unos planes. Un plan para mejorar hotel mientras que cuidaban al personal. Le iba a costar mantenerlo, sobre todo si la seguía mirando así. Le apartó un mechón de cabello del rostro.
—Pedro, no podemos permitirnos esas cortinas, mucho menos lo del spa. Tus planes hablan de incorporar otro espacio a la ampliación del spa. ¿Hace falta que te diga lo cara que va a resultar esa reforma? Pero esto... esto es exorbitante. Es criminal.
—Te aseguro que no —siguió igual de frío—. Éste no es un hotel de tercera, Paula. Es un hotel de clase mundial. Eso significa que tiene que tener lo mejor —bajó la barbilla y la taladró con la mirada—. Alfonso siempre elige lo mejor.
—Tiene que haber algún modo de recortar estos gastos. Prometiste que no habría cierres ni despidos. Con algo de esta magnitud... no podrás evitarlo. El dinero tiene que salir de algún sitio.
—¿No podré? —sonrió—. Oh, Pau, eso parece un desafío. Y me gustan los desafíos.
Sintió que el corazón se le salía del pecho, pero entornó los ojos. No hacía falta que dijera que la consideraba a ella un desafío. Y eso no le gustaba, ni un poquito. Había sido un desafío para Fernando, lo había entendido después. Había sido libre e independiente y sabía el reto que había sido para su padrastro domesticarla. Y lo había logrado una buena temporada.Pero la noche anterior se había demostrado que su poder sobre ella no era absoluto. Había gozado de las caricias de Pedro. Había vuelto a la vida bajo sus manos y dado la bienvenida a sus besos. Y eso le había hecho sentirse poderosa, pero no quería ser un reto para Pedro. El problema era que quería confiar en él. Además, la mayor parte del personal estaba feliz con él. Incluso cuando les había dicho que si querían quedarse tendrían que hacer diferentes trabajos, habían recibido la noticia con entusiasmo. Nadie había perdido su empleo. De hecho, el hotel funcionaba realmente bien.
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