martes, 5 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 26

—¿Querías verme, Pau?

Paula levantó  la  vista  mientras  Pedro se  detenía  en  la  puerta  de  su  despacho.  El  suave sonido de su voz provocó un estremecimiento en su piel. Los íntimos susurros de la noche anterior no eran reales. Los de ese momento, sí.  Lo de la noche anterior había sido una fantasía, pero a la luz del día tenían que volver  al  trabajo.  El  héroe  de  película  había  desaparecido  y  el  Pedro real  volvía  a  ocupar su lugar. Besarlo, por maravilloso que hubiera sido, no dejaba de ser un error.

—Pasa, Pedro.

Entró en el despacho. Ésa era la realidad, el Cascade y el trabajo, no ser besaba bajo las estrellas. Luca se sentó frente a ella y cruzó las piernas.

—Siento no haber llegado antes. He desayunado con Caro y no se levanta muy pronto. Si hubiera sabido que herías verme...

—¿Habrías qué? —cerró la carpeta que tenía encima de la mesa.

—Habría estado disponible.

La  perturbadora  idea  de  Pedro disponible  le  recorrió  las  venas.  Nadie  había  hecho nunca de ella una prioridad, pero eso sólo podían ser bonitas palabras.

—Estas  aquí  ahora.  Y  como  ayer  estuvimos  fuera,  hay  muchas  cosas  de  qué  ocuparse.

Empezó   a   hablarle   de   contratistas   y   sindicatos   mientras   él   la   miraba.   Tartamudeó  un  poco  al  darse  cuenta  de  que  la  observaba  fijamente.  No  le  estaba  prestando atención. No, ¡Le estaba prestando demasiada atención!

—Pedro, ¿Me estás escuchando?

—Intensamente —cuadró un poco los hombros.

—También  necesito  que  le  eches  un  vistazo  a  estas  facturas —le  tendió  unos  papeles—. Estos números no pueden ser correctos.

—Sí,  lo  son  —dijo  mirando  las  facturas—.  ¿Qué  tienes  en  la  agenda  para  esta  tarde?

Se quedó pálida, ignoró la pregunta y se concentró en los números.

—Míralas otra vez. La coma no puede estar en su sitio.

—Está todo bien, Pau—le devolvió los papeles.

Golpeó la carpeta con el bolígrafo, insegura sobre cómo seguir. Seguramente él se  daría  cuenta  de  que  era  una  locura  gastarse  todo  ese  dinero  además  del  que  llevaban gastado. Había visto la factura de las nuevas cortinas del Athabasca y casi se había desmayado. Y después eso...

—Esto no es lo que habíamos presupuestado. ¡Y ya te pasaste en el presupuesto de las cortinas más del treinta por ciento!

—Era  un  precio  estupendo  para  un  tejido  de  calidad  excepcional.  Caro lo  encontró y...

—¿Caro? —dejó de jugar con el bolígrafo.

Tenía  que  enfrentarse  a  dos  Alfonso.  No  podría  con  los  dos  a  la  vez.  Respiró  hondo.

—Te dije que era insistente —una sonrisa apareció en la comisura de sus labios y le tocó una mano.

Trataba de encandilarla y de que olvidara todo lo que habían planeado para el Cascade. Ya lo había hecho más de una vez, pero esa vez no le iba a funcionar. Habían trazado unos planes. Un plan para mejorar hotel mientras que cuidaban al personal. Le iba a costar mantenerlo, sobre todo si la seguía mirando así. Le apartó un mechón de cabello del rostro.

—Pedro,  no  podemos  permitirnos  esas  cortinas,  mucho  menos  lo  del  spa.  Tus  planes  hablan  de  incorporar  otro  espacio  a  la  ampliación  del  spa.  ¿Hace  falta  que  te  diga  lo  cara  que  va  a  resultar  esa  reforma?  Pero  esto...  esto  es  exorbitante.  Es  criminal.

—Te  aseguro  que  no  —siguió  igual  de  frío—.  Éste  no  es  un  hotel  de  tercera,  Paula. Es un hotel de clase mundial. Eso significa que tiene que tener lo mejor —bajó la barbilla y la taladró con la mirada—. Alfonso siempre elige lo mejor.

—Tiene  que  haber  algún  modo  de  recortar  estos  gastos.  Prometiste  que  no  habría cierres ni despidos. Con algo de esta magnitud... no podrás evitarlo. El dinero tiene que salir de algún sitio.

—¿No  podré?  —sonrió—.  Oh,  Pau,  eso  parece  un  desafío.  Y  me  gustan  los  desafíos.

Sintió que el corazón se le salía del pecho, pero entornó los ojos. No hacía falta que  dijera  que  la  consideraba  a  ella  un  desafío.  Y  eso  no  le  gustaba,  ni  un  poquito.  Había  sido  un  desafío  para  Fernando,  lo  había  entendido  después.  Había  sido  libre  e  independiente  y  sabía  el  reto  que  había  sido  para  su  padrastro  domesticarla.  Y  lo  había logrado una buena temporada.Pero  la  noche  anterior  se  había  demostrado  que  su  poder  sobre  ella  no  era  absoluto. Había gozado de las caricias de Pedro. Había vuelto a la vida bajo sus manos y  dado  la  bienvenida  a  sus  besos.  Y  eso  le  había  hecho  sentirse  poderosa,  pero  no  quería ser un reto para Pedro. El problema era que quería confiar en él. Además, la mayor parte del personal estaba  feliz  con  él.  Incluso  cuando  les  había  dicho  que  si  querían  quedarse  tendrían  que hacer diferentes trabajos, habían recibido la noticia con entusiasmo. Nadie había perdido su empleo. De hecho, el hotel funcionaba realmente bien.

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