martes, 19 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 36

—¿Qué pasó ese día, Paula?

Su  voz  le  dio  valor.  Después  de  lo  que  había  hecho,  contárselo  era  lo  lógico,  aunque difícil.

—Me  marché  de  casa  y  me  sentí  dividida  porque  por  un  lado  dejaba  a  mi  madre,  pero por  otro  me  sentía  segura.  Mi  madre  me  llamó  y  me  dijo  que  iba  a  abandonarlo —se  dió  cuenta  de  que  tenía  los  ojos  resecos.  Recordó  la  alegría  que  había sentido porque a lo mejor podían retomar su relación—. Yo le dije que podía ir a ayudarla, pero cuando llegué él se había adelantado. Había descubierto las maletas y  cuando  la  ví  estaba  sangrando  e  inconsciente  en  el  suelo  con  un  brazo  roto  y  una  fractura de cráneo. Su ropa estaba tirada por todas partes hecha jirones.

—Dio mio —sólo fue capaz de decir Pedro.

—Sucede,  Pedro,  con  mucha  más  frecuencia  de  la  que  debería  —le  puso  la  otra mano encima para tomar fuerzas—. Me encontró allí con el teléfono en la mano para llamar a la policía. Me lo quitó de la mano y me golpeó con él. Cuando me desperté, mi  madre  seguía  inconsciente  y  yo  tenía  una  conmoción,  costillas  rotas  y  lesiones  internas  donde  él...  —se  le  quebró  la  voz  un  poco—.  Donde  él  me  había  dado  patadas  una  y  otra  vez.  Nos  dejó  allí,  Pedro.  Nos  dejó  para  que  muriéramos.  Pero  el  cartero  vió  manchas  de  manos  ensangrentadas  en  la  puerta  y  en  la  barandilla  de  la  escalera. Llamó a la policía y el resto es historia.

—Sólo que no es historia —le alzó la barbilla suavemente con un dedo—. Nada semejante  desaparece  por  completo,  no  puede.  Oh,  Pau—se  llevó  las  manos  a  los  labios y las besó con los ojos cerrados.

Paula miró  la  ternura  con  la  que  la  besaba.  ¿De  dónde  había  salido?  ¿Por  qué  estaba allí, exactamente lo que necesitaba cuando lo necesitaba?

—Lo  siento  tanto...  Nadie  debería  pasar  jamás  por  algo  así  —le  susurró  en  las  yemas de los dedos.

Y entonces se inclinó hacia delante y la besó en los labios.Ella se entregó a su abrazo. Él era fuerte y creaba una barrera entre ella y el feo pasado. Cuando estaba con él era la Paula  que siempre había querido ser, libre del dominio que Fernando había ejercido sobre ella durante años. El beso fue suave, tentador, dulce. No sabía que él pudiera ser tan dulce. Tampoco sabía que ella fuera capaz de amar, pero así era. Amaba a Pedro. Y no sabía qué hacer.

—Y  ahora  está  fuera  de  la  cárcel  y  tienes  miedo  de  que  venga  por  tí.  ¿Y  tu  madre?

—Las  autoridades  me  mantienen  informada  mientras  este  en  condicional.  Por  supuesto  pienso  en  ello  y  me  pregunto  si  me  odia  por  mandarlo  a  la  cárcel.  Pero  tampoco me permito pensarlo mucho porque es paralizante. He pasado demasiados años  mirando  por  encima  del  hombro.  Y  es  de  esas  cosas  a  las  que  llegas  a  acostumbrarte.

—¿Y tu madre?

—No  hablo  con  mi  madre  con  frecuencia...  parece  haber  un  muro  entre  nosotras.  Ni  siquiera  sé  dónde  vive.  Yo...  —carraspeó—.  Una  parte  de  mí  aún  se  pregunta  por  qué  permitió  que  aquello  sucediera.  Por  qué  se  quedó  con  un  hombre  que la golpeaba. Que me golpeaba. ¿Por qué no intentó salir de ahí? —miró a Pedro—. ¿Qué clase de madre hace tanto daño a su propia hija? ¿Qué clase de madre no pone el bienestar de su hija por encima de todo? Hay veces que pienso en la casa que me gustaría, los hijos que podría tener algún día. ¿Los haría pasar por algo así? Sé que no podría. He tratado de entenderlo, pero no puedo. Lo único que se me ocurre es que estuviera demasiado asustada como para hacer nada.

—Yo tampoco lo sé —dijo Pedro—. Apenas recuerdo a mi madre.

—Dijiste que los había abandonado a Caro y a tí. Eso debió de ser duro.

—Sólo recuerdo la sensación de no importarle —Paula abrió mucho los ojos por el odio en su expresión—. Nos abandonó cuando yo era un niño. Mi padre nos crió a Caro y a mí —caminó hasta la ventana.

—Lo  siento  —murmuró—.  Tuvo  que  ser  horrible  para  tí.  ¿Volvió  a  casarse  tu  padre?

—No  tiene  importancia  —carraspeó—.  Fue  hace  mucho  tiempo.  Y  no  es  nada  comparado con lo tuyo. Nada.

Hablaba  con  vehemencia  y  Paula supo  que  era  para  ocultar  su  dolor.  Y  por  un  momento se olvidó de ella misma y se preguntó por el niño que habría sido y cómo había  sufrido.  Quizá  la  cucharita  de  plata  con  que  había  nacido  no  había  brillado  tanto  como  ella  había  pensado.  ¡Cómo  deseó  poderlo  ayudar  como  él  la  había  ayudado a ella!Se  había  enamorado  de  Pedro y  eso  le  iba  a  romper  el  corazón.  A  Pedro le  importaba, sí, lo sabía, pero ¿Amor? Por decisión propia, él no amaba. Tenía  que  dar  un  paso  atrás.  Desnudar  sus  almas  era  bueno, pero  no  era  tan  tonta  como  para  pensar  que  tendría  un  final  feliz.  Pedro no  vivía  allí.  No  era  de  allí.  Era  de  Italia  y  su  lugar  estaba  allí  con  su  familia  y  el  imperio  Alfonso y  lo  que  estaba  sucediendo entre ellos era un accidente en sus vidas. Necesario, quizá, pero pasajero. ¿Cómo iba a decirle lo que sentía de verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario