jueves, 28 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 43

La  casa  estaba  a  oscuras  cuando  Paula entró.  En  esas  ocasiones  el  corazón  siempre le latía más deprisa. No importaba cuántas veces se dijera que todo era cosa del pasado, sabía que no era así. Siempre había un resto de temor acechando tras las puertas  cerradas.  En  cuanto  entró,  encendió  la  luz  de  la  cocina  y  eso  alivió  parte  de  su  ansiedad.  Pedro se  marchaba.  Todo  el  caos  de  las  últimas  semanas  se  terminaría,  como si jamás hubiera sucedido. Volvería a su vida. Eso era lo que había querido. Sin prestarle mucha atención, recorrió con los dedos el correo que había dejado antes  sobre  la  mesa,  ansiosa  por  prepararse  para  la  cena.  Se  detuvo  en  un  sobre  blanco y rojo que significaba que era urgente y lo abrió. Dentro había otro sobre con el membrete de la policía de Toronto. Sostuvo el sobre con manos temblorosas. Después de mirarlo unos minutos, lo abrió y sacó una hoja. Se había terminado. Se  sentó  pesadamente  en  la  silla  de  la  cocina.  Bobby se  acercó,  se  sentó  a  su  lado  y  le  apoyó  la  cabeza  en  la  rodilla.  Esa  era  su  vida.  La  suya.  Y  desde  ese  momento, la suya sola. El pasado se había ido, disuelto en unos pocos párrafos.Tuvo que leerla una vez más para asegurarse:

"Querida señorita Chaves: Le escribo para informarle de la muerte de Fernando Langston. Murió  el  25  de  noviembre,  cuando  el  vehículo  que  conducía  se  salió  de  la  carretera.  El  alcohol fue un factor determinante en su accidente".

Se  enjugó  las  lágrimas.  Se  había  terminado.  Ya  no  podría  hacer  daño  a  nadie.  Siguió leyendo una anotación al final de la hoja:

"Sé que éste no es el procedimiento, pero quería notificárselo yo mismo. Como el resto de agentes implicados en este caso, he pensado con frecuencia en usted y en su madre. Sólo puedo decir  que  espero  que  esté  bien  y  que  esto  quizá  sea  alguna  clase  de  solución  para  usted  y  la  señora Langston. Atentamente, Patricio Moore".

Recordó  al  agente  Moore.  Había  sido  tranquilo,  firme,  amable  cuando  la  había  interrogado  en  el  hospital  y  después  cuando  había  declarado  en  el  juicio.  De  algún  modo, que fuera él quien le diera la noticia, cerraba el círculo. Se  preguntó  dónde  estaría  su  madre  esa  noche,  leyendo  una  carta  idéntica,  sintiendo el mismo alivio... y arrepentimiento.Su primer impulso fue decírselo a Pedro, pero era lo último que debía hacer. Se habían despedido esa noche. Y ya le había contado suficientes problemas. No, ya era hora de seguir sola.Se  acercó  donde  había  colgado  el  cuadro  que  él  le  había  regalado.  Recorrió  la  superficie con los dedos con la carta en la otra mano. En ese momento supo no sólo por qué la pintura le había hablado, sino también lo que le había dicho.Era  la  vida,  la  vida  a  la  que  él  la  había  despertado.  Y  se  había  dado  cuenta  de  que, al abrirse a la vida, también se había abierto al dolor. Y valía la pena. Las lágrimas le corrieron por las mejillas. Se había jurado que había curado las heridas que Fernando le había infligido, pero no había sido así, sólo las había tapado. Y entonces   había   conocido   a   Pedro, él  le había hecho afrontarlo  y ella se había enamorado de él. Pero  estaba  tan  dañada  que  ni  siquiera  tenía  el  coraje  de  luchar  por  él.  Incluso  esa noche sólo había aceptado lo que él había dicho, que se marchaba. Arrugó  la  carta  y  la  tiró  al  fuego.  Las  últimas  semanas  se  había  preguntado  si  sólo se había sentido atraída por Pedro por lo que le había hecho Fernando. Porque él la protegía.  Porque  necesitaba  sentirse  segura  tras  su  salida  de  prisión.  Pero  nada  de  eso  era  cierto.  Mientras  el  papel  se  reducía  a  cenizas  en  el  fuego,  supo  sin  ninguna  duda  que  era  libre.  Y  esa  libertad  no  consiguió  en  absoluto  liberarla  del  anhelo  de  Pedro. La  pintura  le  recordó  todo:  la  sonrisa  de  Pedro,  sus  ojos,  cómo  la  desafiaba  y  la  besaba, cómo habían podido hablar de su maltrato y cómo había llegado a confiar en él...

Pero el hombre que le había destrozado la vida había muerto de repente. Ya no tendría  que  mirar  al  volver  las  esquinas.  Ya  no  tendría  que  esperar  los  informes  de  los  agentes  de  la  libertad  condicional,  o  preocuparse  por  si  decidía  ir  por  ella.  Aunque  había  un  punto  de  culpabilidad  en  el  hecho  de  que  un  hombre  tuviera  que  morir para que ella fuera libre.Podría  olvidarse  de  Fernando;  y  tenía  el  trabajo  y  la  vida  que  siempre  había  querido, pero se sentía completamente vacía. Cuadró los hombros. Recordó la nota que acompañada al cuadro: Cuando le habla a tu corazón, sabes que es el bueno.Había  estado  completamente  equivocada.  No  había  tenido  nada  que  ver  con  Fernando.  Era  por  Pedro.  Él  era  quien  le  hablaba  a  su  corazón.  Él  era  el  bueno.  Podía  aceptar  lo  que  le  había  dicho  esa  noche  o  podía  luchar  por  él.  Y  no  sabía  si  sería  lo  bastante valiente para hacerlo.

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