martes, 12 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 30

—Te gusta.

Ella asintió sin apartar los ojos de la pintura.

—No sé por qué... no es nada.

—Pero... —la interrumpió él.

—Pero me dice algo —lo miró por encima del hombro—. No sé decirte qué es. Sólo sé que me siento conectada de algún modo —volvió a mirar al cuadro.

—Así  que  mi  Pau primero  siente  y  después  piensa.  Estoy  sorprendido —sus palabras, su aliento, le acariciaban la piel detrás de la oreja.

Sintió  calor  cuando  la  llamó  «Mi  Pau».  Le  hacía  sentirse  protegida.  Recordó  cómo  había  descrito  la  vista  desde  su  habitación  ese  primer  día.  Libertad.  ¿Se  había  sentido ella libre alguna vez en su vida? ¿Como si a la vuelta de cada esquina hubiera una puerta abierta?¿La  había  cambiado  tanto  Pedro?  ¿Cómo  había  podido  burlar  tan  fácilmente  todas sus defensas?

—¿Sorprendido?  ¿Pensabas  que  no  tenía  sentimientos,  Pedro?  —había  ocultado  tanto esos sentimientos...

Pensaba que mostrarlos le daba poder a la gente sobre ella. Era mejor pensar y esperar.  Había  pensado  mucho  en  Pedro y  lo  había  dejado  acercarse  poco  a  poco  a  pesar de las reservas. No podía evitarlo, lo mismo que no podía decir qué era lo que la atraía de la pintura.

—Por supuesto que no   —le  colocó  un  mechón  detrás de la  oreja—. Simplemente, me preguntaba qué los haría salir.

Paula se detuvo un momento, pero se estaba haciendo más atrevida. Tratar con él  a  diario  lo  había  provocado.  Había  aprendido  a  confiar  un  poco  en  él.  Y  sí,  la  volvía loca cuando andaba dando órdenes por ahí, pero también le tocaba el corazón cuando era amable con ella, como si ya conociese sus secretos. Después  de  años  de  planear  cada  momento,  cada  aspecto  de  su  vida,  su  habilidad para abrir el envoltorio era excitante. Deseaba que la volviera a besar como había hecho en la terraza. Como había hecho unos minutos antes. Lo miró a los ojos y dijo:

—¿Qué pasaría si te dijera que has sido tú?

—Dime por qué esta pintura —dejó de mirarla para mirar el cuadro.

Volvió a mirarlo con el corazón desbocado. Había pasado el momento, pero no eran imaginaciones suyas la conexión entre ambos. No estaba segura de por qué esa pintura en particular. No era un cuadro de nada en concreto, sólo color.

—Es paz  —murmuró acercándose  más.  Sin  pensarlo  le  tomó  la  mano—.  Es  tranquilidad  y  satisfacción  y  un  corazón  que  late  —lo  miraba  y  sentía  dolor,  esperanza, algo que había abandonado hacía muchos años.

La esperanza tenía que ver con el futuro y ella vivía día a día. Pedro pensaría que era una tontería, así que se lo guardó y no dijo nada. Pedro sonrió. La había llamado «Mi Pau» sin pensarlo y le conmocionaba darse cuenta de que pensaba en ella de ese modo. Había querido compartir el arte con ella, pero  las  cosas  se  habían  acelerado.  El  modo  en  que  ella  lo  había  mirado,  cómo  le  había respondido, había hecho sonar dentro de él todas las alarmas. Era culpa suya. Había ignorado las señales y se había dicho que no lo esta afectando tanto. Porque se había propuesto que fuese así. Él  era  partidario  de  las  aventuras  ocasionales,  pero  nada  en  sus  sentimientos  hacia Paula era sencillo o casual. Era algo con lo que no había contado. Habría sido un mentiroso  si  no  hubiera  admitido  que  había  buscado  una  excusa  para  verla  ese  día.  El beso de la noche anterior lo había afectado más de lo esperado. Y le alegraba saber que a ella también. Había  cambiado  algo.  Había  algo  más  que  el  disfrute  de  su  compañía.  Había  una conexión con ella que no había previsto. Se había dado cuenta cuando ella había reaccionado ante la pintura. Y cuando después se habían encontrado sus miradas. Y cuando la había besado antes esa tarde.

—Ése es el significado del arte, Paula. No tiene que tener sentido. Sólo tiene que significar algo.

Se acercó al cuadro y miró el precio.

—Es una locura.

Pedro miró   la   etiqueta.   No   era   desorbitado, pero recordó que él  estaba   acostumbrado  al  dinero  de  su  familia.  Para  alguien  en  la  situación  de  Paula imaginó  que sería muy diferente.

—Piensa  en  la  reacción  que  ha  suscitado  en  tí  y  después  trata  de  cuantificarla.  ¿Puedes ponerle precio a eso?

—Puedo y lo hago —sonrió mientras miraba con deseo el lienzo.

Él  no  pudo  evitar  echarse  a  reír.  Paula era  encantadoramente  práctica.  Le  recordó  lo  lejos  que  estaban  sus  mundos.  No  era  para  él.  Él  no  era  para  ella.  Era  la  clase de mujer que buscaba estabilidad a largo plazo y él viajaba por todo el mundo con su trabajo.

—Puedo  permitírmelo  si  no  como  el  año  que  viene.  Por  eso  el  arte  está  en  los  museos  y  no  en  los  comedores  —echó  a  andar—.  Aun  así  no  sé  por  qué  me  ha  impactado tanto.

—No  necesitas  saber  por  qué.  Algunas  veces,  entender  le  roba  toda  la  magia  a  algo.

Paula siguió  por  la  pared  mirando  las  demás  obras  y  él  la  contemplaba.  Quizá  estuviera  haciendo  todo  demasiado  complicado.  La  atracción  no  hacía  un  cuento  de  hadas. Y era el último en creer en los cuentos de hadas. Ya creía Carolina por los dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario