jueves, 21 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 39

Pedro se resistió al deseo de llamar a casa de Paula por sexta o séptima vez. Había pasado allí demasiado tiempo. Y nada se lo había dejado más claro que la llamada que había tenido que hacer esa misma mañana mientras ella aún dormía. No  sabía  que  alguien  pudiese  dormir  tanto.  Pasó  la  tarde  esperando  a  que  se  despertara,  pero  no  lo  había  hecho.  Se  había  comido  los  aperitivos  que  había  en  el  minibar. Y finalmente, a eso de la medianoche, se había acostado en el sofá y se había quedado dormido.Era la primera vez que una mujer dormía en su cama y él no estaba con ella. Sonó  un  timbre  y  miró  la  pantalla  del  ordenador.  Otro  mensaje  de  su  padre,  una actualización de sus intereses en París que habían sufrido un incendio. Su padre lo estaba presionando para que terminara allí y se hiciera cargo de lo de Francia.Pero  fueron  sus  últimas  palabras  las  que  le  hicieron  pasarse  los  dedos  por  el  pelo. Carolina tiene problemas y París no puede esperar. Tienes que volver. La familia te necesita.Las palabras le dolieron. La familia lo era todo para él. Excepto... excepto que le había  entregado  su  vida  entera  a  la  familia  desde  que  era  un  niño.  Había  sido  el  hermano  mayor  que  Carolina necesitaba.  Se  había  ocupado  de  la  casa  por  su  padre.  Y  había  querido  hacerlo.  Había  sido  feliz  haciéndolo.  Pero  había  ocasiones  en  que  deseaba ser sólo Pedro. Tener su propia vida. Dejar de ser definido por la marca Alfonso. Estaba empezando a cansarse de estar a disposición de su padre.

"Escribiré a Caro y al director de París. Iré en cuanto pueda, pero mi prioridad es esto." Escribió.  Lo  firmó  y  lo  envió,  después  se  recostó  en  la  silla.  Dios,  había  más  verdad en esa línea de la que pensaba. No era sólo el Cascade lo que era su prioridad, sino también Paula. Ella era importante. ¿Pero qué quería él? Había querido su propio lugar  en  Alfonso durante  mucho  tiempo,  pero  ¿Eso  era  compatible  con  lo  que  quería  Paula? Apenas. Ella quería el cuento de hadas y él no se los creía. Lo mejor que podía hacer por ella era asegurarse de que mantenía los pies en el suelo y dejar la dirección del Cascade en sus eficaces manos. No sería suficiente para él, pero sí para ella. Paula no era ambiciosa, buscaba algo más sustancial. Se había construido una vida, quería estabilidad,  no  aventuras.  Era  extraño  cómo  esa  idea  lo  atraía,  especialmente  un  día  como  ése.  Normalmente  habría  estado  emocionado  por  ir  a  París,  era  una  de  sus  ciudades  favoritas.  Pero  en  esa  ocasión  lo  sentía  como  una  imposición  porque  se  lo  ordenaban.Y  aunque  había  mandado  esa  respuesta,  sabía  que  tenía  que  ir.  Alguien  de  la  empresa tenía que hacer acto de presencia. No estaba claro cuál era el problema con Carolina,  pero  sabía  que  su  padre  la  pondría  a  ella  primero.  Así  que  era  cosa  de  él hacerse cargo del negocio. Aunque... ¿Cómo iba a despedirse de Paula en ese momento?


—La sala Panorama está terminada, ¿La has visto?

Paula se  detuvo  junto  a  su  escritorio.  Algo  estaba  distrayendo  a  Pedro y  ella  no  sabía qué era. Tamborileó con un bolígrafo encima de la mesa.

—No, todavía no he pasado por ahí hoy.

Desde  la  noche  que  había  pasado  en  su  habitación  se  había  asegurado  de  mantener  las  distancias.  Era  evidente  que  a  Pedro le  importaba.  No  habría  actuado  como  lo  había  hecho  si  no  le  hubiera  importado,  pero  también  sabía  que  su  pasado  pesaba   demasiado  y su  situación no conducía a profundos  sentimientos  ni   compromisos. Pedro alzó la vista y sonrió.

—¿No  la  has  visto?  ¿Has  sido  pesadísima  con  la  decoración  y  aún  no  la  has  visto?  —se  aclaró  la  garganta—.  Puede  rivalizar  con  cualquiera  de  los  comedores  y  demás  instalaciones.  Te  lo  prometo.  He  reservado  mesa  para  dos  esta  noche.  Como  despedida.

—¿Despedida?

Se quedó paralizada. ¿Tan pronto? No había esperado que fuera tan pronto.

-Me han llamado de París. Me voy por la mañana.

 Pedro vió cómo se le demudaba el color y se maldijo. Podía haberse quedado un día más. La palidez de su piel le recordó cómo la había visto: pequeña e indefensa en su  enorme  cama.  No  podía  quitarse  de  la  cabeza  su  imagen  dormida.  No  podía  borrar la fantasía de esa cortina de pelo cayendo sobre él mientras hacían el amor... Se dió la vuelta bruscamente y se pasó la mano por el cabello.

—Pedro, ¿Estás bien?

Estaba harto de fingir. Aquello era una locura. No podía haberse enamorado de Paula.  Un  flirteo  era  una  cosa,  pero  no  pretendía  tener  sentimientos  serios  hacia  ninguna  mujer.  Y  era  evidente  que  Paula era  la  mujer  equivocada.  Era  frágil  y  temerosa  y  trataba  de  superar  algo  más  grande  de  lo  que  él  podía  comprender.  Se merecía a un hombre que la proveyera de la estabilidad que merecía. No un hombre que iba de un lado a otro. Lo suyo jamás funcionaría. Y al mirarla en ese momento se dió cuenta de cómo debía  de  haberle  parecido  a  ella  el  día  anterior.  Sólo  había  pensado  en  sí  mismo  y  levantado  barreras.  Se  había  equivocado  y  ella  no.  La  había  tratado  sin  ninguna  consideración, como a una querida. Con amabilidad pero sin auténtico cariño. Quería reparar su error. Mostrarle que ella era distinta.

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