martes, 12 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 29

Serían  parte  del  Cascade.  Estaba  empezando  a  verlo.  Ese  lugar  era  distinto  a  cualquier otro lugar en la Tierra. Encontró  unas  tallas  que  le  interesaron  y,  cuando  alzo  la  vista,  vió  que  Pedro había  seguido  adelante.  Lo  miró  a  hurtadillas;  tenía  las  manos  en  los  bolsillos  y  contemplaba  las  pinturas.  Suspiró.  Era  tan...  todo...  No  se  disculpaba  por  serlo.  La  seguridad en sí mismo lo hacía atractivo. Había sido moldeado cuando su madre lo había abandonado. Ya sabía quién era. Le daba envidia.  Cuando llegó hasta él no la miró, simplemente dijo:

—Hay algunas piezas interesantes aquí.

Por  un  instante  se  preguntó  lo  que  costaría  añadir  arte  original  al  hotel,  pero  abandonó  la  idea  de  inmediato.  ¿Cómo  iba  a  preocuparse  por  unos  dólares  si  ella  había derrochado dinero en sí misma esa mañana?

—Nunca había estado aquí.

—¿No te gusta el arte? —se dió  la vuelta y la miró.

—No le he dedicado mucho tiempo.

Pedro volvió  a  mirar  la  pintura  que  tenía  delante.  Ella  dejó  las  bolsas  en  un  banco.  Era  verdad.  No  había  tenido  tiempo  para  cosas  como  el  arte.  En  la  anterior  galería  se  había  limitado  a  seguirlo  a  él.  Ella  tenía  necesidades  más  inmediatas,  preocupaciones  que  presionaban  más.  Como  rehacer  su  vida.  Seguir  adelante  en  lugar de quedarse paralizada por el miedo.Y lo había hecho bastante bien hasta esa llamada de teléfono, en la que le habían dicho  que  Fernando había  cumplido  su  condena.  Había  pagado  su  deuda  con  la  sociedad. ¿Qué pasaba con su deuda con ella? ¿Con su madre? ¿Dónde estaba en ese momento? Podía repetir una y otra vez que había rehecho su vida, pero lo único que había hecho había sido huir. Huir y fingir. Ni siquiera sabía dónde estaba su madre, si  también  había  huido,  si  estaba  bien.  Llevaba  años  diciéndose  que  no  importaba,  pero  con  Fernando fuera  de  la  cárcel,  había  vuelto  a  pensar  en  su  única  pariente  viva.  Pedro no sabía nada de eso. Ni tenía por qué. No podría contárselo.

—¿Estás bien?

—¿Perdón?

 —Paula, estás pálida como un fantasma. ¿Estás bien?

—Estoy  bien.  Enséñame  las  pinturas  que  te  gustan  —respondió, obligándose a dejar de pensar en su padrastro.

La tomó de la mano y le enseñó las que más le gustaban. Ella asintió y comentó algunas cosas.Las  pinturas  que  le  gustaban  eran  preciosas.  Casi  todo  eran  paisajes  con  las  Rocosas como tema.

—Las que quieras me parecerán bien.

—¿No  tienes  opinión?  ¿No  vas  a  sacar  la  calculadora  y  obligarme  a  hacer  un  presupuesto?

—Vas a hacer lo que te dé la gana igualmente. ¿Para qué discutir?

—Porque es lo que se me da mejor.

—No quiero discutir. Las pinturas me parecen bien. Son muy bonitas.

—Pero... —se acercó más a ella—, ¿Cómo te hacen sentir?

—Pedro, son óleos sobre lienzo —no quería hablar de sentimientos.

Ese  día  se  había  sentido  como  si  fuera  la  chica  que  siempre  había  querido  ser.  Hacer lo que quería, comprar lo que quería, sentir lo que quería. Y nadie la castigaba por ello. Se había tomado una mañana libre y nadie se lo había recriminado. Después había  vuelto  a  la  realidad.  Pedro podía  hacerle  olvidar,  pero  aterrizar  luego  era  muy  duro.

—Sí, y el Cascade es un montón de piedras en la ladera de una colina. Hasta tú sabes decir algo mejor que eso.

—Me temo que no soy muy aficionada al arte.

—No tienes que serlo para tener sentimientos, Paula.

—¡Por supuesto que tengo sentimientos! —afirmó rotunda.

Se  dió  la  vuelta  avergonzada.  Ya  no  sabía  quién  era.  Él  la  seguía  presionando,  exigiéndole cosas, pero ella no se sentía preparada para enfrentarse a todas.

—Mira éstas —dijo él—. Dime lo que sientes. Deja que te hablen.

Con  un  suspiro  se  puso  delante  de  los  cuadros.  Cuando  se  ponía  así  era  imposible pararlo.No  eran  paisajes.  Eran  cuadros  muy  distintos,  colores  e  impresiones.  Pasó  por  delante  sin  sentir  ninguna  conexión.  Deseando  sólo  volver  al  hotel.  Estaba  cansada,  estaba agotada. Todo el día había sido especial, pero tenía dudas de que él entendiera lo mucho que había significado para ella. Se había sentido parte de algo, algo basado en una mentira. Entonces volvió la vista y lo vió. Brochazos azules con un núcleo rojo brillante que explotaba en millones de gotas.No  tenía  sentido,  pero  le  dijo  algo  y  se  acercó  levantando  la  mano,  pero  sin  llegar a tocarlo.

—¿Paula?

 Ignoró  su  voz,  pero  sabiendo  que  él  estaba  allí.  Había  algo  dentro  de  ella  que  Pedro había liberado. Y estaba en ese óleo sobre lienzo mirándola. No podía explicar por qué, pero sabía que ese cuadro tenía que ser suyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario