martes, 5 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 27

Miró  su  boca  y  recordó  los  besos  de  la  noche  anterior.  Por  una  vez,  en  esos  momentos  entre  los  brazos  de  Pedro había  olvidado  que  Fernando Langston  había  existido.  Y  había  sido  una  constante  los  últimos  veinte  años,  presente  o  no.  Por  una  vez  se  había  sentido  cómoda  y  protegida  y  no  conformada  por  lo  que  le  había  sucedido anteriormente. El mundo se había abierto ante ella cuando había rodeado a Pedro con los brazos. Y había sido estimulante y aterrador. A  la  luz  del  día  parecía  imposible.  Nada  había  cambiado  en  realidad.  Fernando seguía  ahí  fuera  y  nada  podía  cambiar  lo  que  le  había  hecho  a  ella,  ni  a  su  madre.  Pedro se marcharía en unas semanas y su objetivo tenía que ser el hotel. ¿No era eso lo que había dicho él?

—No  es  un  desafío,  es  un  hecho  —apoyó  el  argumento  con  números—.  Sólo  esta factura es de más de cien mil dólares.

—Y cada usuario del spa se sentirá como uno entre un millón.

—Lo dudo.

—¿Has pasado alguna vez un día en un spa, Paula?

—Me  he  puesto  una  mascarilla  facial  y  hecho  la  pedicura —una  vez  al  llegar  allí.

—No, no de esa clase. Me refiero a pasar un día entero. Te dan masaje y te sacan brillo de la cabeza a los pies, así que cuando sales parece que tienes un cuerpo nuevo.

Negó con la cabeza.

—Deberías hacerlo. Hablaré con Caro.

Otra vez Caro. Se estaban perdiendo, había vuelto a cambiar el tema de la conversación y tenía que retomarlo.

—No tengo tiempo para un día de spa.

—Pero si fueras con Caro, me la quitarías de encima.

—Y  yo  también  desaparecería  —alzó  las  cejas  y  lo  miró—. Has  hecho  estos  cambios sin consultarme.

—Soy el propietario.

Paula se sintió segura al ver que volvían al tema del hotel.

—De  eso  ya  soy  consciente  —sonrió  con  frialdad—.  Tengo  que  revisar  estos  números  otra  vez  si,  como  dices,  son  correctos.  Encontrar  algún  modo  de  recortar  costes  por  algún  sitio  —no  añadió  que  lo  culpaba  a  él  del  trabajo  extra,  no  era  necesario.

—Paula, te vas a preocupar demasiado. Tómate el día. Disfrútalo —le agarró una mano—. No eres buena para mí ni para los trabajadores si estás estresada.

Se  quedó  sin  palabras.  No  parecía  una  crítica,  lo  decía  sinceramente.  Parecía  que ella le importara. Era tan difícil resistirse cuando era así...Pero  estaba  allí  para  trabajar,  aunque  eso  no  resolviera  nada.  En  todo  caso,  complicaba  más  las  cosas.  Hacía  que  se  vieran  con  frecuencia  durante  el  día.  Le  recordaba  cuánto  se  había  perdido  entre  sus  brazos  la  noche  anterior.  Le  recordaba  cuánto deseaba confiar en alguien, tener alguien 1ue llenara ese vacío al que se había acostumbrado.

Pedro vió su rostro cambiar, vio ese atisbo de vulnerabilidad que ella trataba de mantener oculto. Reconoció la mirada. Caro la había tenido, menos en ese momento que  tenía  su  propia  familia,  pero  se  la  había  visto  de  pequeña.  En  esos  días  nunca  había  visto  a  Paula con  amigos,  nunca  hablaba  de  su  familia.  Era  la  persona  más  solaque había conocido. Y algo le decía que lo era a propósito. Sería bueno para ella pasar  un  día  con  Caro.  Además,  se  quitaría  de  encima  a  las  dos  y  trabajaría  en  paz  unas horas.

—Quiero hacerlo por tí, Paula. Quiero que te tomes el resto de la mañana y te des un masaje o lo que te apetezca —le besó el dorso de la mano.

Fue  un  error.  El  aroma  de  su  piel  le  recordó  la  noche  anterior.  Tuvo  sobre  él  más efecto del que esperaba. Sería demasiado fácil cuidar de Paula, que le importara demasiado.  Ella  parecía  necesitarlo,  pero  él  no  era  el  indicado  para  dárselo.  Se  marcharía. Ella era diferente. Sabía que no era la clase de mujer con la que tener una aventura. Y él no le iba a dar nada más. Le soltó la mano y caminó hasta la puerta. Desde allí le dijo:

—Si  pudieras  estar  de  vuelta  a  las  dos  y  media,  sería  perfecto.  He  concertado  citas en unas galerías de arte.

Cerró la puerta tras de él. Paula jamás debería saber la atracción que sentía por ella. Lo complicaría todo y en ese momento necesitaba que todo fuera sencillo.

A las dos y media se reunió con Pedro en el vestíbulo.

—¿No  viene  Caro?  —se  había  separado  de  ella  después  de  un  masaje  con  piedras calientes y se había ido a trabajar a su despacho.

—Caro me  ha  pedido  que  la  disculpes.  Eduardo se  la  ha  llevado  a  Calgary  para  tomar un vuelo a casa —dijo Pedro.

—¿Ha sucedido algo? ¿Tu padre?

—¿Por qué preguntas por mi padre? —frunció el ceño.

—Habías dicho que los niños se quedaban con él.

—No, no es mi padre. Creo más bien que es algo en ella y Rafael, pero no me lo ha dicho.

—Lo siento.

Pedro sonrió, aunque seguía preocupado. ¿Cuánto tiempo llevaba cargando con el  peso  de  su  familia?  Se  sentía  responsable.  Se  ocultaba  bajo  una  fachada  de  playboy, pero por cómo hablaba de su padre y de su hermana, estaba segura de que se sentía responsable de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario