jueves, 21 de junio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 38

Se le secó la boca. Había pensado que hacía bien en depositar en él su confianza, pero el modo en que la trataba esa mañana la decepcionó. Había esperado más de él. Una  tontería  porque,  en  el  fondo  de  su  corazón,  sabía  que  no  había  futuro.  Él  no  la  amaba.

—Vamos, come algo, debes de tener mucha hambre.

—Tengo que ir a casa a cambiarme —se alisó los pantalones.

—No hace falta. Tengo algunas cosas de la boutique. Puedes ducharte aquí.

Paula apretó los dientes.La  estaba  tratando  como...  como  si  nada  trascendental  hubiera  sucedido  entre  los dos. Estaba tomando las riendas y decidiendo qué hacer y cuándo. Luca  levantó  la  tapa  de  uno  de  los  platos.  El  olor  a  tostadas  lo  llenó  todo,  el  tentador aroma a vainilla y canela. Le sonó el estómago. No había cenado. ¡Se merecía que se sentara y se comiera todo!

—Pensaba  que  ese  privilegio  estaba  reservado  a  tus  aventuras —dijo  cáustica  metiéndose las manos en los bolsillos.

Le había contado toda su vida y la trataba como a una extraña. Sólo había una explicación. Había  sido  demasiado.  Sus  problemas  eran  demasiado  para  él  y  había  sido  tonta al pensar que Luca podría manejarlo. Había esperado de él más de lo que podía dar. Ella no era sofisticada, era un problema y él se retiraba educadamente.Apenas podía odiarlo por ello. Simplemente, deseó marcharse, pero algo en ella le  decía  que  tenía  que  manejar  la  situación  con  dignidad  y  compostura.  Aún  tenían  que trabajar juntos. Luca  ignoró  la  voz  interior  que  le  decía  que  rebajara  el  tono.  Miraba  a  Paula y  veía su rostro de la noche anterior mientras le hablaba de su padrastro. Había tenido que ayudarla. Lo había querido. Pero  en  ese  momento,  a  la  luz  del  día,  tenía  que  dar  un  paso  atrás.  Aquello  se  parecía  demasiado  a  una  relación  y  no  estaba  preparado.  La  última  vez  que  había  salido en serio con una mujer había interferido con el trabajo. Se había enamorado de Laura,  había  confiado  en  ella.  Le  había  dicho  que  la  amaba.  Hasta  que  se  había  dado  cuenta de que ella no lo quería a él, sino a sus relaciones como Alfonso.Lo  que  sentía  por  Paula no  tenía  que  haber  ocurrido.  No  deberían  haberse  besado.  Su  mirada  permaneció  fría,  aunque  sabía  que  ella  tenía  razón.  Aquello  era  exactamente lo que habría hecho con cualquier mujer a la mañana siguiente.

—Eso es un poco exagerado.

—Lo siento, Pedro. Creo que aún estoy un poco alterada por lo de ayer. Comeré algo —se acercó a la mesa y se sentó, llenándose un plato.

Debería  haberlo  pensado  mejor  antes  de  flirtear  con  Paula.  Ella no  era  de  esa  clase y necesitaba escapar de fuera lo que fuera que compartían. Él no lo llamaría una relación. Las relaciones hacían sufrir a la gente. Como había sufrido su padre. Como él con Laura.

Laura había usado cosas que él le había contado para hacerle daño.«Paula no  haría  algo  así»,  le  dijo  una  voz  interior.  Pero  esa  vez  lo  que  más  le  preocupaba era hacerle daño a ella, ya había sufrido bastante. Dejarlo  en  una  amistad  era  la  mejor  opción,  ¿No?  Paula no  necesitaba  a  un  hombre que le rompiera el corazón. Lo que necesitaba era un amigo.

—Zumo recién exprimido —le sirvió un buen vaso—. Vitamina C para todo el día.

-Gracias —bebió un sorbo y dejó el vaso para agarrar el tenedor—. ¿No vas a comer nada?

—Claro —dijo él y se sentó enfrente.

Paula comió  un  bocado,  después  otro  preguntándose  cuánto  tiempo  resistiría  esa  agonía.  Ese  desayuno  era  una  completa  farsa  después  de  la  intimidad  del  día  anterior.No  había  nada  que  objetar  a  la  conducta  de  él.  Nada.  Era  perfectamente  educado. Pero era evidente que estaba marcando las distancias. Deseó preguntarle si lo de la noche anterior había significado algo para él. Decirle cuánto había apreciado que  hubiera  cuidado  de  ella,  pero  no  pudo.  Él  actuaba  como  si  todo  no  hubiera  significado  nada.  Como  si  desayunar  juntos  en  su  habitación  fuera  algo  normal.  Nada más personal que... una reunión de trabajo. Se sentía en carne viva por los sucesos del día anterior y ser consciente de que se había enamorado de él. Porque él la tratara así. Se preguntó si se habría imaginado su comprensión.Dejó  el  tenedor  en  la  mesa  y  mantuvo  en  su  sitio  la  máscara  que  se  había  puesto. Lo había juzgado mal, depositado su confianza en alguien equivocado.

—Gracias por el desayuno. Tengo que irme —se levantó evitando mirarlo.

—No hace falta. Puedes cambiarte aquí, Paula. Seguro que la ropa que te he pedido te queda bien. Puedes ir a tu oficina desde aquí.

Lo había planeado todo.    Había  dedicado  su  tiempo  a  pensarlo.  Su consideración casi la afectaba. Nada que hubiera hecho o dicho esa mañana le habría sentado peor que su amabilidad.

—Lo  tenías  todo  planeado,  ¿No,  Pedro?  —trató  de  contener  el  temblor  en  la  voz—. Pensaba que yo era la de los planes y tú el impulsivo, pero me equivocaba. Lo tenías  planeado  desde  el  principio,  cómo  hacerte  con  la  directora  difícil,  cómo  manejar a tu hermana, cómo manejarme a mí.

—¿Perdón?

Paula se alisó la blusa y miró para asegurarse de que no se dejaba nada. Vió una horquilla en el sofá y la recogió. Se la metió en el bolsillo evitando siempre mirarlo.

—Lo  comprendo.  No  hace  falta  que  me  despidas  con  un  desayuno  y...  y  tanta  consideración.

Pedro se puso de pie y la miró con gesto de desaprobación.

—Nada de lo que he hecho esta mañana ha sido por obligación, Paula.

—Seguro.  No  podías  despertarme  y  echarme,  no  es  de  buena  educación,  no  cuando se supone que... ¿Qué se supone que volverá a pasar, Pedro? —finalmente lo miró y no supo lo que pensaba.

—Confieso  que  no  estoy  seguro  de  qué  es  lo  apropiado  para  decir  en  esta  situación. Nunca he pasado por ella antes.

La miró fijamente. Nunca había estado en una situación en que le preocuparan más los sentimientos de la mujer que los suyos. Entonces, ¿por qué estaba enfadada?  Había tratado de  hacerlo  bien.  Ocuparse de  ella, hacerle  el día  más  fácil,  incluso  había pedido desayuno para los dos. Había tratado de demostrarle que lo que había pasado  el  día  anterior  no  suponía  ninguna  diferencia  para  él.  Incluso  la  respetaba  aún más. Y ella estaba furiosa con él. Paula empezó a marcharse con el corazón hundido. Seguramente ésa fuera una situación nueva para él. Lo necesitaba tanto que era obvio que había imaginado cosas que no eran reales. Si hubieran sido reales, la habría despertado con una sonrisa. Le habría  preguntado  cómo  estaba  y  ella  le  habría  dicho  que  estaba  bien.  Y  quizá  la  habría besado como anhelaba que hiciera. Pero lo había asustado. Y ni siquiera tenía la decencia de ser sincero.

—Me voy. Gracias por la ropa, pero no.

—¿Adónde  vas?  —por  fin  en  su  tono  había  algo  más  que  maneras  educadas.  Ella  se  detuvo,  pero  después  abrió  la  puerta—.  Paula,  tenemos  una  reunión  con  la  gente del spa en una hora.

—Estoy segura de que podrás hacerte cargo, me voy a tomar el día libre.

Salió  al  pasillo  y  cerró  la  puerta  tras  ella.  Respiró  hondo.  Era  el  momento  de  volver a hacer lo que se le daba mejor: confiar en sí misma.

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