Paula encontró a Bugsy a la mañana siguiente. El conejito de Abril estaba entre las toallas que estaba sacando de la bolsa. Agarró al conejito y se sentó en el borde de la cama. Desde que conocía a la hija de Pedro, nunca la había visto sin su conejito. Bugsy iba a todos los sitios con Abril. Pero la noche anterior no. Se mordió el labio y agarró el teléfono. Peor no llamó a Pedro para ver si Abril había preguntado por su conejo. Decidió llamar a Rafael y a Analía. Ésta contestó enseguida.
—Pau —la saludó sorprendida—. ¿Qué pasa?
—Nada. Sólo quería ver qué tal con las niñas anoche.
—Bien. Se quedaron dormidas mucho antes de lo que esperábamos. Rafa les está preparando el desayuno. Tostadas con nata montada —se rió—. Como si eso sirviera para que se queden sentadas en misa.
—Estupendo. Sólo tenía curiosidad.
—La niña es un encanto. ¿Cómo te fue con Pedro cuando nos marchamos?
Paula se sonrojó y se alegró de que aquello fuera una conversación telefónica.
—Bien — mintió—. Terminamos de recoger y nos marchamos.
—Mmm —Analía no parecía convencida—. ¿Te veremos después en la comida?
Paula se había olvidado de la comida del domingo.
—Sí. Es en casa de Jime, ¿Verdad?
—Sí. Espero no tener que salir corriendo al hospital para atender un parto —se rió Analía—. No es que deba quejarme de que las mamás de Weaver me den trabajo. Nos veremos más tarde.
—Hasta luego —dijo Paula.
Acarició las orejas al muñeco y le dijo:
—No te preocupes. Abril te sigue queriendo.
Dejó al conejito sobre la mesilla de noche y se levantó de la cama. Su rodilla le dolía una pizca, pero no lo bastante como para ponerse la férula que estaba en la silla. Salió de la habitación y vió que la puerta de la habitación de Gonzalo estaba abierta. De camino al piso de abajo, echó un vistazo al interior. Estaba vacía. La cama estaba muy mal hecha, y no podía estar segura de si su hermano la había utilizado o no la noche anterior. Se preparó un café y regresó al piso de arriba para prepararse para la iglesia. Después, colocó a Bugsy en el asiento del copiloto para devolvérsela a Abril cuando la viera en la iglesia. De camino hacia allí, al pasar cerca de la casa de Beck, no pudo evitar girar en su dirección. Al llegar frente a la casa, vió que Pedro estaba cortando el césped en el jardín de delante, vestido con unos pantalones vaqueros, una camiseta blanca y un sombrero marrón. Supo que él la había visto llegar porque se había dado cuenta de que había vuelto la cabeza.
—Bueno, Bugsy —murmuró mientras agarraba el muñeco—.Deséame suerte.
Salió del vehículo y se acercó a él. Pedro apagó el cortacésped, pero no se bajó para recibirla.
—He encontrado esto en mi bolsa —le mostró el conejito—. No lo había visto hasta esta mañana.
Él agarró el muñeco.
—Veo que vas vestida para ir a la iglesia. Podías habérselo dado a Abril personalmente.
Él tenía razón. Iba vestida para la iglesia. Y podía habérselo dado a su hija.
—Lo sé.
—Entonces, ¿Por qué has venido? Después de lo de anoche, pensé que no querrías saber nada de mí.
—Bueno, puede que no me asuste tan fácilmente —dijo ella—. Sé que ésa era tu intención, pero la pregunta es: ¿Sólo por el día que era o por algo más?
—Era un día difícil para mí —dijo al fin—. No debería haberlo pasado con ustedes.
—A veces los días difíciles son los que hay que pasar con gente a la que importas —dijo ella—. Sólo porque yo no haya perdido a mi pareja no significa que no sepa lo doloroso que es para tí. Y, sinceramente, Pedro, lo último que quiero es empeorar las cosas. Ni para ti ni para nadie. Estoy aquí para pasar el verano. Yo sólo… —se encogió de hombros—. Creo que eres una buena persona.
—No has empeorado las cosas —dijo él, en voz baja—. Y eres mejor persona que yo —después le mostró el muñeco—. Brenda le hizo esto a Shelby antes de que naciera. Abril nunca había pasado una noche sin él.
Paula sintió que se le encogía el corazón.
—Está claro que significa mucho para ella.
—Puede ser.
Ella se humedeció los labios.
—Sólo porque Abril se lo haya olvidado anoche no significa que esté olvidándose de su madre.
—Ella apenas se acuerda de Brenda. Para Abril sólo es un rostro que aparece en muchas fotografías —miró hacia otro lado y suspiró.
A Paula se le llenaron los ojos de lágrimas. Por él. Por su corazón. Y por sí misma, porque nunca llegaría a conocer un amor tan verdadero. Se aclaró la garganta para tratar de disolver el nudo que se le había formado.
—Bueno, supongo que será mejor que te deje continuar con tus quehaceres. Yo… Sé que tú te arrepientes, pero yo me alegro de que vinieran ayer.
—No me arrepiento de todo. Sólo de la parte en la que me comporté como un idiota.
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