martes, 5 de febrero de 2019

La Danza Del Amor: Capítulo 14

Habitualmente solía darles las gracias y marcharse lo más rápido posible. Sin embargo, las palabras que salieron de su boca no fueron las de siempre.

—La quería mucho.

Él apretó los dientes y miró fijamente hacia el parque.

—Así es como debería ser —dijo Paula.

Él la miró. Ella también estaba mirando hacia el parque.

 —¿Qué quieres de mí?

Él sabía lo que su cuerpo quería de ella, algo que no se iba a permitir y por lo que era sensato que se mantuviera alejado de ella. Nunca había sido infiel a su esposa mientras ella estaba viva. Y no estaba seguro de si estaba preparado para hacerlo después de su muerte.  Pero seguía siendo un hombre. Con las reacciones que se esperaban de un hombre que estaba junto a una mujer sexy. ¿Pero las mujeres? Se suponía que sus motivaciones eran otras. Él había imaginado que tendría una única mujer en su vida. ¿No era suficiente para un hombre? Lo último que quería era empezar a preguntarse cuáles serían sus motivos. No quería estar interesado en ella, pero por mucho que intentara fingir que no lo estaba, lo estaba.

—¿Qué es lo que quiero? —Paula lo miró a los ojos—. No lo sé. A lo mejor sólo quiero volver a verte sonreír. Una sonrisa de verdad. De ésas que ocupan toda la cara.

 Él forzó una sonrisa.

—¿Satisfecha?

—Todavía no —dió un sorbo a su cerveza y miró hacia el parque otra vez.

—Tú te criaste aquí, ¿Verdad?

—¿En el Lazy-B? Sí. Y me encantaba.

 —¿Cómo terminaste siendo bailarina?

—Recibía clases. No en Weaver —añadió—. Mi padre tenía que llevarme muy lejos. Y solía ir quejándose todo el camino.

—Lo dudo —conocía a Miguel Chaves. El hombre estaba dedicado a su familia.

 Ella sonrió.

 —Está bien, a lo mejor sólo se quejaba algunas veces. Pero merecía la pena. Bailar siempre fue mi sueño. Mis padres me ayudaron a que se convirtiera en realidad.

 —Y ahora el ballet es tu vida.

—Así es —bebió un trago de cerveza—. Todo lo que siempre he deseado estaba en el ballet —murmuró.

 Después, susurró y negó con la cabeza. Él observó su perfil.

—¿Qué le pasa a tu rodilla?

—Me hice un esguince —dudó un instante—. Y bastante grave.

—¿Se curará?

Ella asintió.

 —Y después regresarás a Nueva York. ¿Cómo te lo hiciste?

 Ella levantó la botella de cerveza, la miró y la volvió a apoyar en su regazo.

—Me caí por la escalera después de encontrar a mi novio con otra chica en la cama —lo miró un momento y añadió—: No sé por qué te he contado eso.

 —¿Es verdad?

—Totalmente verdad —puso una mueca—. Es sólo que no le he contado a nadie que el esguince me lo he hecho así.

 —¿Y quién era él?

—El director artístico y coreógrafo de la compañía de ballet para la que bailaba.

 —Así que supongo que ahora te resultará muy difícil trabajar con él.

—Sobre todo cuando semanas antes ella me había sustituido en el papel de bailarina principal.

—Ese hombre parece un idiota. ¿Ligaba con las chicas de su trabajo? —negó con la cabeza.

—Mmm —ella se movió en el banco—. No es del todo justo por mi parte. No sé si se puede comparar el mundo del ballet con otras cosas, pero es todo un hervidero. Y aunque me guste o no, Marcos estaba haciendo su trabajo. Y lo mejor para la compañía. Tengo treinta y tres años —se encogió de hombros—. No esperaba mantener el puesto para siempre. Por mucho que mi orgullo hubiese preferido otra cosa.

A él le parecía que con treinta y tres años estaba estupenda, pero no le pareció bien comentarlo en voz alta. Y menos cuando trataba de no prestar atención a ese detalle.

—¿Y qué significa para tí?

—¿No volver a ser la estrella del espectáculo? —sus hombros se rozaron cuando ella levantó la botella de cerveza—. Es un obstáculo más en mi carrera —dijo ella, restándole importancia—. ¿Cuánto tiempo estuviste casado?

Era evidente que ella no quería hablar de su carrera profesional más de lo que él quería hablar de sí mismo. Podía evitar hacerlo, simplemente levantándose y yéndose. Sin embargo, permaneció sentado donde estaba.

 —Dieciocho años.

—Eso es más tiempo del que yo he sido bailarina profesional.

—No hables como si estuvieras sorprendida. Mi hijo ha cumplido veintiún años hoy. Sí, fue mucho tiempo. Pero debería haber sido más.

Ella no dijo nada. Al cabo de un momento, posó la mano sobre su brazo. Él no lo retiró, a pesar de que el calor lo invadió por dentro. Y continuaron allí sentados hasta que se les calentó la cerveza y el padre de Pedro salió a buscarlo.

—Llevo buscándote media hora —dijo Horacio, y ni siquiera trató de ocultar su curiosidad mientras miraba a Pedro y luego a Paula.

Pedro se puso en pie.

—Me cansé de ver cómo ligabas con Susana Reeves —contestó él—. ¿Dónde está Nicolás?

—Sigue dentro con esa chica morena. Creo que se llama Tamara.

—Tamara Taggart —dijo Paula.

Se puso en pie, tambaleándose hacia Pedro cuando le falló la rodilla. Él la agarró y notó que se le aceleraba el pulso cuando cargó el peso contra él.

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