Paula se asomó y vió a Pedro en mitad de la acera con un gigantesco ramo de flores. Sentía que la cabeza le iba a estallar y sabía que le quedaba una larga noche por delante. Lo último que necesitaba era que Pedro hiciera un gesto cargado de romanticismo para sumirla en el más absoluto caos emocional. Por otro lado, no podía quedarse allí, de brazos cruzados, esperando a que se fuera. Abrió la ventana y dijo en un susurro:
–Deja de tirar cosas o vas a romper algo. Espérame –bajó las escaleras de dos en dos y salió.
Bajo sus pies descalzos sintió la fresca hierba. Sólo se dió cuenta de que iba en pijama al ver la cara que puso Pedro al verla.
–¡Caramba! –exclamó, mirándola de una manera que no dejaba lugar a dudas sobre lo que pensaba.
Paula le tomó la mano que tenía libre y tiró de él hacia un sauce llorón que había en el lateral de la casa.
–¿Se puede saber qué estás haciendo? –preguntó.
–Cuando te has marchado esta tarde me ha dado la sensación de que no pensabas volver –dijo él–, y no pienso consentirlo.
–¿Ah, no? –preguntó ella, cruzándose de brazos.
–Pensaba haberte dedicado una serenata si es que no bajabas –dijo él con una de aquellas sonrisas que la volvían loca–, pero veo que eres más fácil de lo que esperaba.
Paula puso los brazos en jarras.
–¿Soy fácil?
–Quizá no sea la palabra más adecuada –dijo él sin dejar de sonreír–. Me ha costado mucho conseguir que notaras cuánto pienso en tí.
Paula dejó caer las manos.
–¿Piensas en mí?
–Paula, cariño –Pedro dió un paso hacia ella–, desde que te conozco no soy capaz de pensar en otra cosa.
Dió otro paso adelante, de manera que sólo el ramo se interponía entre ellos. Paula lo miró a los ojos.
–Pedro, no soy nada especial –dijo, esforzándose por no dejarse arrastrar por la ternura con la que él la miraba–. Créeme, cuando uno vive sólo y sin ataduras resulta muy atractivo para alguien que está cargado de responsabilidades.
Al ver que Pedro no dejaba de sonreír se quedó desconcertada.
–En eso tienes razón –dijo él–. Tener un hijo y estar libre deresponsabilidades son términos excluyentes entre sí.
Paula tragó saliva.
–Si lo que quieres es convencerme de que es una vida atractiva –bromeó–, lo estás haciendo fatal.
Pedro se encogió de hombros.
–Me he dado cuenta de que no puedo convencerte ni logrando que Mateo te haga la pelota, ni invitándote a cervezas, ni llevándote de excusión a Kuranda. Si sucede, será porque tú lo desees, no porque yo consiga competir con Roma. No pretendo sobornarte.
–A mí me gustan los sobornos –dijo ella con coquetería, alargando las manos hacia las flores.
Cuando Pedro se las dió, hundió la cara en ellas para empaparse de su aroma. Eran rosas de su jardín y estaban impregnadas de rocío.
–Son maravillosas, Pedro.
–No tanto como tú.
Paula estuvo a punto de soltar una carcajada. Que Pedro recurriera a aquel cliché demostraba que le faltaba práctica. Pero reírse era lo último que podía hacer teniendo en cuenta la solemnidad con la que se había expresado. Él acababa de declarársele y ella no se sentía capaz de reaccionar adecuadamente. Necesitaba tiempo… Alzó la vista hacia él. Sus ojos brillaban en la oscuridad y la observaban con una paralizadora intensidad. Iba a besarla. En cualquier momento la abrazaría y ella no sabría cómo reaccionar. Había dejado su casa aquella tarde decidida a no volver, pero nada de lo que pensara tendría validez si Pedro estaba decidido a permanecer en su vida. Sin embargo, para ella el futuro era todavía incierto. Sólo sabía que, por primera vez desde que tenía uso de razón, quería dejar atrás el pasado y mirar hacia delante. No tenía ni idea de qué le diría a Max al día siguiente. Roma estaba a su alcance y representaba la materialización de sus sueños. Pero ya no estaba segura de cuáles eran sus objetivos reales. ¿Era ése el tipo de vida que quería verdaderamente llevar, o sólo había sido la manera de demostrar a Gonzalo que estaba equivocado? Durante todos aquellos años se había definido en relación a la imagen que su hermano tenía de ella. Pero esa imagen había colapsado hacía tan sólo unas horas. Y además, estaba Pedro…
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