martes, 18 de mayo de 2021

Soy Tuya: Capítulo 38

Pedro subió las escaleras de dos en dos, rezando para que estuvieran arriba. Algo en la mirada de extrañeza que Paula había dirigido a Mateo cuando se vieron en el colegio le hacía temer que se hubiera marchado. Comprarle un nuevo juguete o enseñarle un truco cada día no iba a bastar para que se ganara la confianza de Mateo, y Pedro dudaba de que supiera relacionarse con él de otra manera. Aun así, estaba decidido a prometerle que, si estaba interesada en aprender, él le enseñaría. Por otro lado, cabía la posibilidad de que estuviera siendo egoísta y pensando sólo en sí mismo, no en las necesidades del niño. O tal vez, éste  ansiaba tanto tener una nueva madre como él anhelaba tener a Paula. «Por favor, que no se haya ido», suplicó. Si había huido… No quería ni planteárselo. Se detuvo al oír un murmullo de voces procedente de su dormitorio.


–Mi padre hizo esto cuando yo era pequeño –oyó decir a Mateo.


–¡Es precioso! –respondió Paula. Y a Pedro le temblaron las piernas al comprobar que no se había marchado.


–Esto otro no lo hizo papá, sino mamá. A ella le gustaban más los colores brillantes que a papá y a mí. Nosotros somos más clásicos.


Pedro se apoyó en la pared y sonrió. Qué niño tan especial…


–¿Cómo era tu mamá? –preguntó Mateo súbitamente. 


Y la sonrisa se congeló en los labios de Pedro. Estuvo a punto de interrumpir la escena, pero sabía que no tenía derecho a intervenir. Mateo había sacado el tema. Era él quien quería hablar de Diana. Y era la primera vez que lo hacía desde la muerte de su madre.


–No llegué a conocerla –dijo Paula en un tono tan bajo que Pedro tuvo que esforzarse para oír–. Murió cuando yo nací.


–¡Vaya faena! –exclamó Mateo, como si le asombrara encontrar a alguien que, como él, había perdido a su madre.


–Lo mismo pienso yo –dijo Paula.


A Pedro le desilusionó que aquél pudiera ser el final de la conversación, pero Paula añadió:


–Me hubiera gustado haberla conocido, aunque fuera por poco tiempo.


Se oyó un ruido de muelles y Pedro supo que se había sentado en la cama. Paula Chaves estaba en aquel instante sentada sobre su cama.


–Tú eres muy afortunado, Mateo –continuó ella, tras una pausa.


–¿Yo? Pero…


–No hay peros que valgan –interrumpió Paula–. Tú conociste a tu madre,supiste cómo era, cómo reía, cuál era su comida favorita, a qué hora le gustaba levantarse, qué tipo de muebles le gustaban…


Mateo suspiró.


–Es verdad –dijo.


–Y, además, tienes un padre fantástico que te quiere tanto que es capaz de dejarlo todo por ir a buscarte al colegio antes de que acaben las clases.


–¿Crees que mi padre es fantástico? –preguntó Mateo. Y Pedro contuvo el aliento.


–Sí –Siena hizo una pausa antes de continuar–: Creo que tu padre es el mejor hombre que he conocido en mi vida.


Pedro expulsó el aire lentamente. El mejor hombre. ¡No había dicho el mejor padre, sino el mejor hombre!


–De hecho, creo que eres muy afortunado teniendo un padre así.


Se produjo un breve silencio antes de que los muelles volvieran a sonar y Pedro imaginó a Mateo sentándose al lado de Paula. «Vamos, Mateo», fue su sordo ruego. «Demuestra lo que valemos los hombres de la familia».


–Ella odiaba las mañanas –dijo el niño finalmente–. Papá era el que se ocupaba de llevarme al colegio. A ella le gustaba más la noche y solía acostarse a mi lado hasta que me dormía.


Se oyeron los muelles de nuevo. Pedro se arriesgó a mirar por la rendija de la puerta, pero sólo vio las piernas de ambos.


–Nuestras madres no querrían que estuviéramos tristes, Mateo. ¿No crees que la tuya desearía que hicieras bien los proyectos del colegio y que tuvieras muchos amigos?


–Supongo que sí.


–Y creo que tu padre quiere lo mismo. Para él lo más importante en este mundo es que seas feliz.


–Lo sé.


–Entonces, debes serlo.


–¿Cómo?


–Es muy sencillo. Despierta con una sonrisa y haz un esfuerzo para que cada día sea mejor que el anterior. Es así de simple –tras una pausa, Paula continuó–. Bueno, no es tan sencillo, pero hay que empezar por alguna manera, y creo que los dos deberíamos recordarlo más a menudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario