jueves, 13 de mayo de 2021

Soy Tuya: Capítulo 34

Súbitamente, las conjeturas se convertían en realidad. No se trataba de un lento despertar provocado por una hermosa mujer que le devolvía las ganas de vivir. No era el primer paso de los muchos que tenía que dar. Algo importante estaba sucediendo entre ellos. Entre los dos. Algo inesperado y con el poder de cambiar sus vidas.


–Pedro –llamó Leonardo, aproximándose con el teléfono en la mano. Era la primera vez que él, siempre pendiente de Mateo, no lo oía–. Llaman del colegio. Mateo te necesita.


Pedro había echado a correr antes de que Leonardo concluyera. Al llegar a la puerta se volvió a Ivana y Emiliano.


–Quedense si les apetece. No tardaremos en volver.


Ivana y Emiliano hicieron un gesto con la mano para decirle que se fuera.


–No, amigo –dijo Emiliano–. Ya es hora de que nos vayamos.


Pedro miró a Paula, que seguía sentada en el banco, erguida, elegante, alerta. A pesar de todas las dudas que poblaban su mente, tenía claro que todavía quedaban asuntos pendientes entre ellos.


–Ven –dijo, tendiéndole la mano.


Y el corazón le dió un vuelco de alegría al ver la manera en la que se iluminaron los ojos de Paula. Mientras la esperaba, supo que, al llegar el final del día, no tendría más opción que pedirle que se quedara. Pedro condujo hacia el colegio dentro del límite de velocidad, pero ella podía percibir la tensión que lo dominaba. Él la miraba de soslayo cada vez que podía, y la sonrisa que bailaba en sus labios la derretía, pero en cuanto volvía la vista al frente, Paula estaba segura de que sólo pensaba en Mateo y eso le hizo arrepentirse de haber ido con él. Su hijo sería siempre su prioridad y con cada segundo que transcurría, ese pensamiento se iba asentando con más firmeza en su cerebro. Al llegar al colegio, Pedro le abrió la puerta y le tomó la mano antes de subir las escaleras que conducían a la puerta a la máxima velocidad que la estrecha falda de Paula les permitió. Pasaron por aulas llenas de niños y pupitres de colores distribuidos en círculos y no en orden alfabético, como cuando ella era pequeña. Había clases en las que ni siquiera había mesas y los profesores se sentaban en el suelo con los alumnos. Una vez más, constataba los profundos cambios que habían tenido desde su ausencia. Una mujer de la misma edad de Pedro, vestida con un traje azul, y el cabello rubio recogido en una coleta alta, fue a recibirlos al vestíbulo. Él soltó la mano de Paula y caminó apresuradamente hacia ella.


–Pedro, siento mucho haberte llamado –dijo ella, posando la mano sobre su brazo.


A Paula le irritó que lo tocara. Nunca se había sentido tan posesiva.


–No te preocupes, Vanesa –dijo él–. Ya sabes que, por muy ocupado que esté, acudiré siempre que Mateo me necesite.


Vanesa se percató de la presencia de Paula en ese momento y, por la expresión de su rostro, pareció interpretar que ella era el motivo de que Pedro hubiera estado ocupado.


–Hola, soy Paula, una amiga de la familia –se presentó ella misma al ver que Pedro no lo hacía.


–Encantada de conocerte –dijo Vanesa, estrechándole la mano–. Mateo te ha nombrado numerosas veces a lo largo del día.


–¿Qué ha dicho?


–Que le curaste la herida –dijo Vanesa–. Está muy impresionado –miró a Pedro y luego a Paula una vez más–. ¿Queren que los lleve con él?


–Ve tú –dijo Paula a Pedro–. Yo los esperaré aquí.


–Gracias, Paula. No tardaremos.


Pedro siguió a Vanesa al aula y Paula los vió agacharse para hablar con Mateo. Por la rendija de la puerta le llegaba la voz grave de él consolando a su hijo. Luego, hizo una broma con la que obviamente quería hacerle sentir que todo iría bien, que pronto el mundo le resultaría un lugar menos hostil. Paula pensó que ella nunca se había sentido segura de niña. Al haber perdido a su madre, vivía cada día con el temor de que alguien importante en su vida desapareciera. La muerte de su padre había confirmado sus temores. Y en ambas ocasiones se había sentido culpable. No podía contaminar a Pedro y a Mateo con una energía tan negativa. ¿Cómo arriesgarse a que Mateo acabara pareciéndose a ella? ¿Y si empezaba a escaparse por la ventana para encontrarse con sus amigos? ¿Y si se volvía indomable y un día decidía marcharse y le decía a Pedro que no tenía intención de volver?


–Mateo no es el único que me ha hablado de tí hoy.


Paula se volvió y vió a Vanesa apoyada en la puerta.


–¿Quién más me ha mencionado?


–Leonardo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario