jueves, 13 de mayo de 2021

Soy Tuya: Capítulo 35

 –¿Conoces a Leonardo? –Paula sentía curiosidad por el grado de amistad que aquella mujer guardaba con Pedro.


Vanesa se sentó a su lado. Era el tipo de mujer que hacía sentir a Paula como una persona oscura y peligrosa, y despertaba en ella la misma sensación que le inspiraban de pequeña los niños felices y despreocupados, que tenían un padre y una madre. Le hacía sentir diferente. Una extraña. Mala.


–Yo puse en contacto a Leonardo y a Pedro –dijo Vanesa–. Acerté al pensar que estaban hechos el uno para el otro.


Paula notó que Vanesa se ruborizaba al nombrar a Leonardo.


–¿Leonardo y tú… Están saliendo? –preguntó, intentando disimular el alivio que le causaba aquel cambio en el escenario que había imaginado.


–A veces –dijo Vanesa con la mirada perdida–. Si por mí fuera, te diría que sí –sacudió la cabeza para volver a la realidad y comentó–: Tengo entendido que tú y Pedro se han hecho muy amigos en estos días.


–Considerando cómo nos conocimos, Pedro ha sido muy amable conmigo –dijo Paula confiando en que a Vanesa le bastara como respuesta.


–No lo dudo. Es un caballero, y por eso todos nos hemos volcado en ayudarlo. Tanto él como Mateo tienen un gran potencial. Es un niño maravilloso, leal, educado, inteligente. Y Pedro…


Vanesa suspiró y Paula tuvo ganas de arañarle la cara.


–Pedro es la joya de la asociación de padres –continuó Vanesa–. La mitad de las madres sin pareja están enamoradas de él. La otra mitad querría llevárselo a casa y darle de comer. Pero él ni se entera.


Paula asintió por pura amabilidad. No tenía la menor intención de confesarse ni seducida ni inmune a sus encantos, así que compuso una de sus magníficas sonrisas para dar la bienvenida a los pasajeros a bordo y dejó que, si lo deseaba, la propia Vanesa llenara el silencio.


–¿Paula?


Se volvió y vió a Pedro con cara de consternación. Mateo, a su lado, estaba enfurruñado y con los ojos enrojecidos.


–Es hora de marcharnos –dijo él.


–De acuerdo –Paula se puso en pie–. Hola Mateo, ¿Cómo estás?


Mateo se limitó a mirarla como si la viera por primera vez y se agarró a la pierna de Pedro. Paula no necesitaba más información para saber que se sentía fatal y que no tenía la menor intención de contarle por qué. Y no lo culpaba. Con toda seguridad, para él no era más que uno de tantos adultos que entraban y salían de su vida a diario. Se frotó las manos en la falda.


–¿Nos vamos? –dijo, caminando hacia la puerta. De pronto, deseaba salir de allí cuanto antes. Ansiaba desaparecer. Alejarse.


Veía con claridad que ése era su destino. Su paso por la vida era un tránsito solitario de un aeropuerto a otro, de un amigo a otro. Ya había demostrado que podía resultar venenosa para su propia familia. No necesitaba más pruebas para saber que debía huir. Su vida era una carrera sin rumbo ni final.


–Sí, vámonos –dijo Pedro–. Adiós, Vanesa –le dió un beso sin apartar la mirada de Paula y frunció el ceño al percibir su súbito nerviosismo–. Gracias por haber llamado.


–De nada –Vanesa se agachó hasta que su cabeza quedó a la altura de la de Mateo–. ¿Te encuentras mejor, pequeño?


Mateo asintió y dió un dramático y sonoro respingo.


–Cuídate durante el fin de semana –siguió ella–. Recuerda que el lunes nos toca hacer el proyecto. No te gustaría perdértelo, ¿Verdad?


Mateo reflexionó un instante y negó levemente con la cabeza. Paula lo miró fijamente. Se veía reflejada en él. También ella acostumbraba a dejar sus opciones abiertas. Pero al contrario que Pedro, ella no tenía ningún interés en encontrar similitudes con Mateo. No era más que una mujer de paso, alguien que vivía el presente. Las ataduras eran para aquellos que convivían con otras personas, aquellos que necesitaban pertenecer a un grupo. Y ella no tenía a nadie. Pedro acarició la cabeza de Mateo y fue hacia Paula. En aquella ocasión no le tomó la mano y ella se preguntó si habría intuido lo que sentía o si él mismo, tras pasar unos minutos a solas con Mateo, también habían cambiado de actitud y, con ese gesto, pretendía dárselo a entender.

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