martes, 1 de julio de 2025

Chantaje: Capítulo 9

 —Olvídale de Pedro Alfonso y de que ha venido. He hablado en serio cuando he dicho que las próximas dos semanas son para tí. Llevas planeando esta boda desde pequeña. ¿Recuerdas cómo solíamos practicar en el jardín?


—Siempre fuiste la mejor dama de honor —Delfina apoyó una mano en el brazo de Paula—. Pero yo no siempre fui una novia agradable.


—Eras tres años más pequeña. Te frustrabas. ¿Recuerdas la ocasión en que cortamos todas las rosas del rosal? Tú te llevaste la regañina.


Delfina puso los ojos en blanco. 


—Lo cierto es que siempre se me dio mejor llorar que a tí. Tú siempre fuiste la estoica de la familia.


—No soy del tipo llorón —dijo Paula. 


Al menos en público.


—Las lágrimas valen su peso en oro. Puede que yo sea la más joven, pero deberías aceptar mi consejo en este terreno —Delfina fijó la mirada sucesivamente en su padre, su prometido y Pedro—. En lo referente a los hombres, debes utilizar todas las armas que tengas.


—Gracias por el consejo —dijo Paula, aunque no se veía siguiéndolo ni en un millón de años—. Y ahora, podemos volver a centrarnos en tu boda. Tenemos mucho que hacer las próximas dos semanas.


Paula trató de no manifestar sus reservas por el hecho de que Delfina fuera a casarse con un tipo de contactos dudosos. Su hermana pequeña había ignorado todas sus advertencias e incluso había amenazado con fugarse con su amante si ella no se guardaba sus opiniones al respecto. Delfina tomó una flor del centro de la mesa, y aspiró su aroma.


—¿Y qué me cuentas de Pedro Alfonso?


Eloisa se encogió de hombros.


—Al parecer, es mi cita para esta noche. Tan sencillo como eso.


—Supongo que no necesitarás que te lleven a casa —bromeó Delfina.


—Tengo el coche aquí.


—Puede llevártelo a casa uno de los hermanos de Luca —Delfina se volvió hacia los hombres—. Hey, Alfonso. Mi hermana está lista para irse. ¿Por qué no haces que tu chófer acerque hasta aquí ese elegante Rolls Royce? Paula lleva nodo el día de pie.


Pedro miró a Paula y entrecerró los ojos. Ella ya había visto aquella mirada depredadora otra vez… Justo antes de quitarse el vestido y meterse en la cama con él. Por hacer algo, tomó una pasta de la mesa y se la comió, tratando de decirse que bastaría para aplacar la sensación de otra clase de hambre que sin duda la acuciaría durante la noche.



Paula se movió incómoda en el asiento de la limusina. Volver a subir al coche de Pedro le había parecido más fácil que ponerse a discutir ante los reporteros. Pero, una vez a solas con él, empezó a dudar de su decisión. Buscando algo de que hablar que no fuera sobre ellos, tocó distraídamente la pequeña impresora y el portátil que había en una mesita a su lado en la limusina. Al hacerlo sus dedos toparon con una hoja impresa. La miró más de cerca antes de poder contenerse. Parecía un pequeño plano…  Pedro sacó la hoja de la impresora y la guardó en una carpeta.


—¿Por qué huías de los periodistas durante la fiesta?


—Prefiero la discreción. No todo el mundo quiere salir en primera plana — replicó Paula en un tono no exento de ironía.


—¿Evitas a la prensa por tu padre? No puedes esperar estar bajo el radar para siempre.


¿Sería consciente Pedro de lo íntimamente que se estaban rozando sus muslos en la penumbra del coche? Paula apartó la mano de la impresora y se separó un poco de él.


—Mi madre y yo lo hemos logrado a lo largo de los años. ¿Tienes intención de cambiar eso?


Paula contuvo inconscientemente el aliento tras hacer la pregunta que no había dejado de rondar su cabeza desde la inesperada reaparición de Pedro. Era posible que su madre lo hubiera logrado, pero ella metió la pata poco después del funeral.


—Respira —dijo Pedro, y esperó a comprobar que efectivamente lo hacía—. Claro que pienso mantener su secreto. Si alguien lo averigua, no será a través de mí.


Paula suspiró, aliviada, y se abanicó el rostro con la mano, relajándose por primera vez desde su reencuentro. Había solucionado el problema de uno de sus secretos, y no había motivos para creer que Pedro fuera a descubrir el otro.


—Podrías haberme ahorrado mucha ansiedad esta noche si me hubieras dicho eso desde el principio.


—¿Qué clase de hombre crees que soy?


Paula permaneció un momento en silencio.


—En realidad no sé bien hasta qué punto te conozco.


—Cuentas con las dos siguientes semanas para conocerme.


Paula se tensó en el asiento.


—¿Dos semanas? Creía que querías el divorcio.


—Y lo quiero —Pedro alzó una mano y acarició con los nudillos la mejilla de Paula—. Pero antes quiero disfrutar de la luna de miel que no llegamos a tener.


Paula se quedó boquiabierta.


—Sólo tratas de escandalizarme.


—¿Cómo sabes que no hablo en serio? —la mirada azul de Pedro ardió con un inconfundible… E irresistible deseo.


Paula apenas había sobrevivido a su primer encuentro con el corazón intacto y no pensaba meterse de nuevo en aquellas peligrosas aguas.


—No esperarás que me meta así como así en tu cama, ¿No? 

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