jueves, 3 de julio de 2025

Chantaje: Capítulo 16

 —Durante esas semanas en Madrid dí la impresión de ser alguien diferente a quien soy —Paula se cruzó de brazos—. Esa época de mi vida no se corresponde con mi carácter.


—Ah, ¿No?


—Soy una persona casera, no aventurera. Me gustan mis libros, mi sillón de lectura y una taza de café. Esa clase de aventura exótica no es lo mío. Tuve la suerte de obtener una beca que me garantizaba los créditos que necesitaba. En el fondo soy una bibliotecaria, no una chica lanzada que se emborracha y se casa impulsivamente con un tío bueno.


—¿Piensas que soy un tío bueno? —los intensos ojos azules de Pedro brillaron traviesamente.


—Ya sabes que te encuentro físicamente atractivo —Paula utilizó su tono más profesional de «Bibliotecaria», que solía servirle para mantener bajo control a los alborotadores más bulliciosos—. Pero estamos hablando de cosas más importantes.


—Por supuesto —Pedro tomó una manzana del frutero—. Tengo una teoría.


—¿Qué teoría? —estaban casi desnudos. 


Pedro tenía una manzana… ¿Dónde estaba la serpiente?, se preguntó Paula.


—Creo que eres la clase de mujer que viaja por el mundo y corre riesgos impulsivamente, aun sabiendo que a veces las cosas pueden salir mal. En el fondo quieres correr más riesgos de ésos porque sabes que, a veces, las cosas salen bien.


—Pareces tener las cosas muy claras sobre mí.


Sin contestar, Pedro tomó un bocado de la manzana. ¿Por qué no habría elegido una naranja, o un inocente melocotón? Paula observó cómo trabajaba su boca. Había hecho eso antes, en España, durante un picnic con todo el equipo. Entonces le gustaba fantasear sobre él, pues jamás se le ocurrió pensar que algún día se dejaría llevar por esas fantasías. Y allí estaba, soñando despierta sobre las sensaciones que despertarían los labios de Pedro en su piel…


—¿Disculpa? —dijo al darse cuenta de que Pedro había dicho algo que no había entendido.


Pedro dejó a un lado su manzana.


—La época que pasamos juntos fue muy intensa. Se puede aprender mucho sobre una persona en poco tiempo.


—Pero al día siguiente estuviste de acuerdo en que habíamos cometido un error.


—¿En serio?


Paula miró a Pedro a los ojos y trató de comprenderlo, de comprender aquel extraño reencuentro. Pero su expresión no revelaba nada. Tocó con delicadeza su mano. 


—No juegues conmigo, por favor. Sé lo que escuché. Y no puede decirse precisamente que vinieras tras de mí.


—Ahora estoy aquí.


¿Y si hubiera ido tras ella de inmediato?, se preguntó Paula. Le habría contado que estaba embarazada. No habría sido capaz de ocultarle la verdad. Las cosas habrían sido muy distintas… O tal vez no. Su madre no vivió precisamente un cuento de hadas cuando se quedó embarazada. Movió la cabeza para alejar aquellos pensamientos. No le gustaba regodearse en lo que hubiera podido ser.


—Has venido en busca de tú última noche de sexo conmigo… Y en busca de tu divorcio.


—¿Y quién dice que no podamos cambiar de opinión? —sin dar tiempo a Paula a responder, Pedro tiró la manzana al cubo de la basura—. Tengo que ir en busca de ese fax.


Paula parpadeó desconcertada mientras él salía de la casa sin camisa. Oyó que abría la puerta y vió por la ventana que se dirigía hacia la limusina. Entonces recordó que el vehículo contaba con una pequeña oficina móvil que incluía ordenador, impresora y fax. También se dió cuenta de que Pedro no había respondido a su pregunta sobre la llamada telefónica ni sobre su trabajo. Al parecer, sabía mucho más sobre ella que ella sobre él. Si quería seguir adelante con su vida, había llegado el momento de dejar de babear por su cuerpo y de empezar a mirar seriamente al hombre que había debajo.



Pedro había captado el brillo del deseo en los ojos de Paula bajo su aparente barniz de calma. Se puso un polo negro mientras esperaba a que ella terminara de ducharse arriba. El trabajo no lo distraía de imaginarla desnuda bajo la ducha. En realidad creía recordar cada detalle de su cuerpo. Aquella noche aún ardía en su memoria. ¿Dejaría de obsesionarse por ella si pasaran más tiempo juntos? Eso esperaba, porque no quería pasar otro año como el que acababa de soportar. Al escuchar que el agua dejaba de correr arriba, fue a la cocina a servir dos tazas de café. Cuando terminó y se volvió, Paula acababa de bajar. Entró en la cocina, descalza, con un sencillo vestido azul de tirantes. Se ceñía sutilmente a sus curvas y su piel relucía tras la ducha. Llevaba el pelo húmedo y sujeto en su característica coleta, dejando expuesto el cuello. Él había notado cómo se había excitado antes, cuando había colgado el teléfono, y probablemente podría persuadirla ahora… 

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